El niño del que todos se reían en clase
En una pequeña escuela del barrio, había un niño llamado Tomás. Era un niño muy especial, siempre curiosamente atento a todo lo que sucedía a su alrededor. Sin embargo, hadado que era un tanto más lento que sus compañeros en ciertas cosas, sus compañeros solían reírse de él.
Un día, mientras todos se preparaban para una competencia de talentos en la escuela, Tomás observó a sus amigos practicando. Espectáculos de canto, baile y magia llenaban el aire, mientras él se sentía un poco afuera.
"¿Qué vas a mostrar?", le preguntó su compañerito Julián, entre risas.
"No lo sé, tal vez algo de dibujo", respondió Tomás, encogiéndose de hombros.
"¡Eso no es divertido!", exclamó otro niño.
Las risas resonaron en el aula, y Tomás sintió que su corazón se encogía.
Sin embargo, esa noche, mientras estaba solo en su habitación, Tomás comenzó a dibujar. Con cada trazo en la hoja, se sentía más libre. En su mente, dibujaba un mundo donde cada uno de sus compañeros tenía su propia aventura. Así fue cómo se le ocurrió una idea para la competencia: ¡un cuento ilustrado!
Lleno de entusiasmo, pasó días dibujando y escribiendo. En su historia, un pequeño dragón llamado Lino buscaba amigos. En el camino, Lino se encontraba con diferentes animales que a pesar de ser diferentes, todos tenían un talento único. Mientras más trabajaba en su proyecto, más confianza iba ganando.
Finalmente, llegó el día de la competencia de talentos.
"¡Ahora presentaremos a Tomás!", anunció la maestra.
Tomás se subió al escenario con su cuaderno.
"Hola a todos, yo soy Tomás y hoy les voy a contar sobre mí... y Lino, mi dragón amigo".
A medida que leía y mostraba sus ilustraciones, los murmullos en el público comenzaron a transformarse en risas, pero no del tipo burlón, sino risas de alegría. Sus compañeros estaban encantados con las historias de Lino y su búsqueda de amigos.
"¡Quiero un dragón como ese!", gritó una chica.
"¡Eso fue genial!", dijo Julián, impresionado.
Cuando terminó, Tomás sintió un torrente de aplausos. Por primera vez, no sintió que era diferente, sino que había compartido algo maravilloso con ellos.
Al final de la competencia, la directora anunció a los ganadores. Cuando escuchó su nombre, no lo podía creer.
"¿Yo?"
"Sí, Tomás, ganaste el primer lugar por tu creatividad", dijo la directora con una gran sonrisa.
"¡Es increíble!", exclamó Tomás, con lágrimas de alegría en los ojos.
Desde ese día, Tomás no sólo ganó un premio, sino que también ganó la amistad y el respeto de sus compañeros. Todos comenzaron a darse cuenta de que cada uno tenía algo especial que ofrecer.
Tomás siguió dibujando y contando sus historias, y Lino se convirtió en un símbolo de la diversidad y la amistad.
La experiencia de Tomás enseñó a todos en la escuela que ser diferente no es una debilidad, sino una fuerza, y que la amistad se encuentra en los lugares más inesperados.
Y así, el niño del que todos se reían en clase, se transformó en el niño que les enseñó a todos sobre la belleza de la creatividad y la aceptación.
Desde entonces, la escuela se llenó de dibujos e historias, y Tomás siempre estuvo rodeado de amigos que valoraron lo que realmente importaba: ser uno mismo.
FIN.