El niño descalzo y el bosque mágico



Había una vez en un pequeño pueblo, un niño llamado Mateo que disfrutaba pasear descalzo por el bosque cercano a su casa. Un día, mientras caminaba entre los árboles, escuchó un ruido extraño que lo asustó.

Sin embargo, decidido a descubrir el origen del sonido, avanzó valientemente hacia el lugar de donde provenía. Al llegar, se encontró con una criatura mágica: un hada diminuta de brillantes alas. -¿Quién eres? -preguntó Mateo, asombrado.

-Soy Melisa, el hada del bosque -respondió la criatura con voz melodiosa. Melisa explicó que estaba preocupada por el estado del bosque, ya que los árboles estaban perdiendo su brillo y color.

Lamentablemente, la magia del lugar se estaba debilitando y sin ella, el bosque no podría seguir siendo el hogar de todas las criaturas mágicas. Conmovido por la tristeza del hada y la situación del bosque, Mateo se ofreció a ayudar.

Melisa le confió que para restaurar la magia, necesitaban encontrar tres joyas mágicas escondidas en diferentes partes del bosque. Mateo aceptó el desafío y juntos emprendieron la búsqueda. Durante su aventura, superaron obstáculos y desafíos, como atravesar un río congelado y enfrentar a un zorro astuto, demostrando valentía y astucia.

Finalmente, encontraron las tres joyas mágicas y juntos las colocaron en el árbol central del bosque. Entonces, ante sus ojos, el bosque comenzó a llenarse de luz y color, recuperando su esplendor y vitalidad.

Melisa agradeció emocionada a Mateo por su valentía y determinación para ayudar a salvar el bosque. Como recompensa, le concedió un deseo. Sin dudarlo, Mateo pidió que el bosque estuviera protegido para siempre. Desde entonces, Mateo visitaba el bosque regularmente, pero esta vez con zapatos.

Siempre recordaba con cariño sus aventuras junto a Melisa y cómo su determinación había hecho la diferencia para mantener vivo el bosque mágico.

FIN.

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