El Niño Edgar y el Anaconda



En una pequeña aldea rodeada de frondosos bosques y ríos cristalinos, vivía un niño llamado Edgar. Edgar era curioso y valiente, siempre en busca de aventuras. Le encantaba explorar la naturaleza, descubrir nuevos lugares y hacer amigos con los animales que habitaban en su entorno. Sin embargo, había una leyenda que ponía en jaque su espíritu aventurero: la historia de un enorme anaconda que vivía en el río cercano. Todos los aldeanos hablaban de ella con temor, advirtiendo a los niños que nunca se acercaran al agua.

Un día, Edgar decidió que había llegado el momento de conocer a la misteriosa anaconda. "Mamá, voy a ir al río a jugar con mis amigos. Prometo regresar pronto!"-

Su madre lo miró preocupada: "Ten cuidado, Edgar. No te acerques al agua, se dice que hay una serpiente muy grande en ese lugar."

"No te preocupes, mamá, yo seré cuidadoso"-, respondió Edgar, emocionado.

Armado con su bastón de explorador, Edgar se despidió y se aventuró solo hacia el río. Al llegar, se sorprendió al encontrar un paisaje impresionante: "Wow, ¡esto es asombroso!"- exclamó, contemplando la belleza del lugar.

Mientras jugaba cerca de la orilla, Edgar escuchó un susurro que venía del agua. "¡Ayuda!"- decía una voz suave y temblorosa. Edgar se acercó, intrigado. Para su sorpresa, vio a la famosa anaconda atrapada entre las piedras. Era más grande de lo que había imaginado, y sus ojos reflejaban una mezcla de tristeza y desesperación.

"¿Quién me ayuda?"- dijo la anaconda con una voz melódica. Edgar dio un paso atrás, aterrado por la imagen de su mayor temor.

"¿Tú... tú hablas?"- se pregunta Edgar.

"Sí. Me llamo Anara. Estoy atrapada y no puedo liberarme. Por favor, ayúdame. Pero si no me ayudas, no podrás jugar aquí nunca más"- dijo la serpiente.

Edgar dudó, sintiéndose dividido entre el miedo y la compasión. "Pero los adultos dicen que eres peligrosa..."-

"Soy un ser del bosque, igual que los pájaros y los ciervos. Solo quiero ser libre y volver al agua. No soy lo que piensas."

Edgar recordó las historias que había oído y cómo las advertencias pueden distorsionar la realidad. Decidido a no dejar que el miedo lo dominara, se acercó a Anara. "Te ayudaré, Anara. Voy a liberarte."-

Con mucho cuidado, Edgar comenzó a mover las piedras que mantenían atrapada a la anaconda. Después de un rato, dio un último empujón, y las piedras se despejaron. Anara, con un movimiento ágil, se libró de su encarcelamiento. "¡Gracias, pequeño! Ahora soy libre, y tú me has mostrado que no todos los seres del bosque son peligrosos."

"¿Te gustaría ser mi amiga?"- preguntó Edgar, sintiéndose emocionado.

Anara sonrió, y para Edgar, incluso pareció brillar. "¡Por supuesto! Pero primero, hay algo que me gustaría hacer!"- dijo, y con un movimiento, hizo una especie de danza en el agua, creando olas que salpicaban a Edgar.

Edgar comenzó a reír a carcajadas, y pronto ambos se encontraron jugando en la orilla, chapoteando y corriendo por el río. A medida que pasaba el tiempo, Edgar descubrió que Anara no solo era amistosa, sino también sabia.

"¿Sabes, Edgar?"- dijo Anara, mientras nadaba cerca de él. "Los miedos que tenemos a menudo nos impiden conocer la belleza del mundo. Tuviste el valor de desafiar tu miedo y me ayudaste. ¿Te gustaría aprender más sobre mi hogar en el río?"-

Edgar asintió con entusiasmo, y así comenzó su aventura. Juntos exploraron el lecho del río, donde conocieron a otros animales y aprendieron sobre el ecosistema. Anara le mostró cómo cuidar el medio ambiente y la importancia de respetar a cada ser vivo.

Al final del día, Edgar sabía que había aprendido valiosas lecciones sobre la amistad y el respeto. Regresó a casa agotado pero feliz. "¡Mamá, hoy conocí a Anara, la anaconda, y me enseñó tanto!"-

Su madre sólo pudo sonreír y escuchar el relato de su valiente hijo, quien había transformado su miedo en una hermosa amistad. Desde entonces, Edgar se convirtió en el defensor de todos los seres de la naturaleza, enseñando a sus amigos sobre la importancia de no juzgar por las apariencias. Así, en la aldea, la historia de Edgar y Anara se convirtió en un ejemplo de valentía y amistad, y todos aprendieron que lo desconocido puede ser asombroso si se les da una oportunidad.

FIN.

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