El Niño Edgar y su Anaconda
En un pequeño pueblo de Argentina, vivía un niño llamado Edgar. Su mayor sueño era tener una mascota, pero no quería una común y corriente, quería algo realmente especial. Un día, mientras exploraba el bosque cercano, descubrió una pequeña anaconda atrapada entre las raíces de un árbol. Su corazón se llenó de compasión al ver a la serpiente luchando por liberarse.
"¡No te preocupes! Te ayudaré!" - exclamó Edgar.
Con mucho cuidado, Edgar liberó a la anaconda. Para su sorpresa, la serpiente no se fue, sino que se enroscó amistosamente alrededor de su brazo. A partir de ese momento, Edgar y su nueva amiga, a la que decidió llamar Anacón, se volvieron inseparables. Anacón era joven y curiosa, y juntos comenzaron a vivir increíbles aventuras por el bosque.
Un día, mientras exploraban, encontraron un lago en el que las aguas brillaban de un color extraño. Al acercarse, se dieron cuenta de que era un lago mágico que concedía deseos. Edgar miró a su alrededor y vio a otros niños que también estaban haciendo fila, ansiosos por pedir sus deseos.
"Anacón, ¿qué te gustaría desear?" - preguntó Edgar mientras acariciaba su suave piel.
"Me gustaría ser la serpiente más grande del bosque y poder enfrentar cualquier reto" - respondió Anacón con curiosidad.
Edgar pensó que eso era un buen deseo y decidió pedir algo por él mismo también. Así que, dio un paso adelante y pidió:
"Quiero aprender a hablar con los animales, así podré ayudar a más criaturas como tú, Anacón."
Sin embargo, tan pronto como hicieron sus deseos, una nube oscura se comenzó a formar sobre ellos. Un viento fuerte comenzó a soplar, y Edgar sintió que algo no estaba bien. A la distancia, un búho sabio alzó la voz:
"No todos los deseos son poderosos; algunos traen consigo responsabilidades".
Edgar y Anacón miraron a su alrededor y vieron cómo otros niños se volvían egoístas, deseando cosas sin pensar en las consecuencias. Edgar se dio cuenta de que habían cometido un error al pedir deseos sin considerar a los demás.
"Anacón, necesitamos hacer algo" - dijo Edgar frenéticamente.
"¡Sí! Debemos devolver lo que hemos deseado. No se puede jugar con cosas así" - respondió Anacón.
Decididos, Edgar y Anacón se acercaron nuevamente al lago. Con valentía, Edgar habló en voz alta:
"¡Queremos retirar nuestros deseos! En lugar de eso, deseamos que todos los niños aprendan a cuidar a la naturaleza y a los animales!"
De repente, la nube oscura comenzó a disolverse, y el viento se calmó. La luz del sol regresó, y todos los niños quedaron fascinados por la nobleza de Edgar y Anacón.
"¡Qué generoso! No había pensado en los demás" - murmuró uno de los niños.
Conmovidos por la valiente acción de Edgar, uno a uno, los chicos comenzaron a replantear sus deseos. Al final del día, todos aprendieron que los deseos son poderosos, pero el verdadero tesoro está en cuidar del mundo a su alrededor.
Edgar y Anacón regresaron a casa muy contentos. Aunque no obtuvieron lo que inicialmente deseaban, aprendieron una valiosa lección sobre la amistad, la responsabilidad y la importancia de cuidar a la naturaleza. Desde ese día, sus aventuras en el bosque se volvieron aún más mágicas, y juntos continuaron ayudando a todos los animales que encontraban en su camino.
Así, el niño Edgar y su anaconda llegaron a ser los guardianes del bosque, siempre soñando, pero con un nuevo propósito en sus corazones: cuidar del hermoso lugar que llamaban hogar.
FIN.