El niño, el caballo y el pozo
En la antigua Roma, bajo el cálido sol, vivía un niño llamado Marco. Marco era un niño pobre que pasaba sus días vagando por las coloridas calles del mercado, lleno de sueños y esperanza. A veces, su estómago gruñía de hambre, pero su espíritu nunca se apagaba. Un día, mientras exploraba la ciudad, descubrió un hermoso caballo blanco atado a un árbol. Su nombre era Estrella.
- Hola, amigo -dijo Marco, acercándose con timidez-. ¿Te gustaría ser mi amigo?
El caballo levantó la cabeza, moviendo sus orejas, como si entendiera las palabras de Marco. Desde entonces, Marco y Estrella se hicieron inseparables. Pasaban horas jugando en un campo cercano, donde Marco soñaba con aventuras y Estrella relinchaba con alegría.
Un día, mientras exploraban una parte más profunda de la ciudad, escucharon un grito que resonaba en el aire.
- ¡Ayuda! -gritó una voz angustiada.
Marco y Estrella se miraron, sus corazones latiendo al mismo ritmo. Siguieron el sonido y llegaron a un pozo antiguo, donde un niño bien vestido, con ropas de seda, estaba atrapado en el fondo.
- ¡No te preocupes! ¡Vamos a ayudarte! -gritó Marco, asomándose al borde del pozo.
- ¡No puedo subir! -respondió el niño, asustado-. ¡Me caí mientras jugaba!
- Hay que pensar en algo -dijo Marco, reflexionando-. Si traigo algo para que se agarre, quizás pueda salir.
Marco miró a Estrella, y de repente tuvo una idea brillante. Corrió hacia el mercado y buscó una cuerda larga. Mientras tanto, el niño en el pozo seguía gritando por ayuda.
- ¡Rápido, Marco! -exclamó Estrella mientras esperaba impacientemente.
Con la cuerda en mano, Marco regresó al pozo y le gritó al niño:
- ¡Agárrate fuerte a esta cuerda! Te ayudaré a salir.
El niño asintió con la cabeza, sus ojos brillando con esperanza. Marco lanzó la cuerda hacia abajo, y con la ayuda de Estrella, pudo comenzar a elevar al niño poco a poco. Fue una tarea difícil, pero Marco no se rindió.
- ¡Sigue subiendo! ¡Ya casi estás fuera! -animó Marco, sin perder el aliento.
Finalmente, después de un esfuerzo increíble, el niño logró salir del pozo, respirando con fuerza al llegar a la superficie.
- ¡Lo hiciste! ¡Mil gracias! -dijo el niño, aún temblando, mientras se acomodaba la ropa.- Me llamo Julio. Nunca pensé que un niño pobre y un caballo pudieran salvarme.
- Todos merecemos ayuda -dijo Marco con una sonrisa amistosa-. A veces, la amistad no tiene que ver con la riqueza.
Julio quedó pensativo. En ese instante, se dio cuenta de que había mucho más en el mundo que las cosas materiales. Se acercó a Estrella y la acarició en el lomo.
- ¿Puedo ser tu amigo también? -preguntó.
Marco asintió entusiasta.
- Claro, ¡cuantos más amigos, mejor! -dijo, sonriendo.
A partir de ese día, Marco, Estrella y Julio se volvieron un trío inseparable. A menudo, salían a explorar juntos, compartiendo risas y aventuras. Julio aprendió a ver más allá de las cosas materiales, mientras que Marco y Estrella le mostraron el verdadero significado de la amistad y la solidaridad.
Y así, entre juegos y correrías, los tres amigos comprendieron que la riqueza más grande era la que llevaban en sus corazones.
FIN.