El niño, el caballo y la perrita



Había una vez en un pequeño pueblo un niño llamado Marcos que tenía un caballo blanco llamado Rayo. A Marcos también le encantaba jugar con su perrita Luna, una dulce labradora. Todos los días, Marcos salía a dar paseos con Rayo y Luna, explorando el campo y disfrutando de la naturaleza.

Un día, mientras paseaban, encontraron un camino desconocido que los llevó a un bosque misterioso. Sentían curiosidad y decidieron adentrarse, aunque Luna parecía nerviosa.

- Luna, ¿qué te pasa? - preguntó Marcos acariciando a la perrita.

Luna movió la cola inquieta y ladró mirando hacia el bosque.

- Tranquila, Luna. Todo estará bien - dijo Marcos intentando calmarla.

Continuaron avanzando hasta que de repente escucharon un relincho proveniente del bosque. Rayo relinchó en respuesta, y Marcos decidió seguir el sonido, confiando en su leal caballo. Finalmente, encontraron a un potrillo atrapado entre unas ramas.

- ¡Pobrecito! - exclamó Marcos.

Con cuidado, lograron liberar al potrillo y lo llevaron de regreso al pueblo. A pesar de que al principio Luna estaba asustada, se acercó al potrillo para darle lamidas de cariño, y pronto se hicieron amigos.

El dueño del potrillo, un anciano llamado Don Manuel, agradecido, le regaló a Marcos un libro sobre el cuidado de los caballos y le dio la oportunidad de aprender a montar en su rancho.

A partir de ese día, Marcos pasó mucho tiempo con Rayo y el potrillo, al que decidió llamar Estrella. Aprendió a montar, a cuidar a los caballos y a respetar a los animales. Luna también se convirtió en una compañera inseparable para los tres amigos.

La valentía de Marcos al rescatar al potrillo no solo le trajo nuevas amistades y aprendizajes, sino que también fortaleció el vínculo de amistad entre él, Rayo, Luna y Estrella.

FIN.

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