El niño enfadado que bailaba



Había una vez un niño llamado Mateo que siempre estaba enfadado. Desde que se levantaba por la mañana hasta que se iba a la cama, su cara mostraba una expresión de enojo constante.

No importaba cuántos juguetes tuviera o cuántas veces sus amigos lo invitaran a jugar, Mateo simplemente no podía dejar de estar enfadado. Un día, mientras caminaba por el parque con su mamá, escuchó música proveniente de un quiosco cercano.

Era una melodía alegre y pegajosa que hacía cosquillas en sus oídos. Sin embargo, Mateo rápidamente apartó la mirada y siguió caminando con las manos metidas en los bolsillos. "¿Por qué estás tan enfadado todo el tiempo, Mateo?" -preguntó curiosa su mamá.

Mateo suspiró y respondió: "No sé mamá, simplemente me siento así. "Su mamá le sonrió cariñosamente y dijo: "Creo que he descubierto algo que podría ayudarte a sentirte mejor. "Intrigado, Mateo miró a su mamá esperando una respuesta.

"¿Recuerdas esa música que escuchamos en el quiosco? Bueno, resulta que hay una clase de baile para niños como tú", dijo su mamá emocionada. Mateo frunció el ceño y exclamó: "¡No! ¡Yo no quiero bailar! Me da vergüenza".

Su mamá lo abrazó suavemente y le explicó: "Entiendo cómo te sientes, pero esta podría ser una oportunidad maravillosa para expresar tus emociones de una manera diferente. Además, el baile puede ser divertido y ayudarte a liberar todo ese enojo que llevas dentro".

A pesar de su resistencia inicial, Mateo decidió darle una oportunidad al baile. Al día siguiente, se encontró en la sala de baile junto a otros niños. Todos estaban sonriendo y moviéndose al ritmo de la música.

"¡Hola! Soy la profesora Ana", dijo una mujer alegre mientras entraba en la sala. Mateo sintió un poco de nerviosismo, pero la calidez de la profesora lo hizo sentir más cómodo.

Durante las primeras clases, Mateo se limitaba a observar desde el fondo de la sala. Pero poco a poco comenzó a mover sus pies tímidamente siguiendo los pasos que enseñaba la profesora Ana.

A medida que ganaba confianza, sus movimientos se volvieron más fluidos y empezó a disfrutar del baile. Un día, durante una presentación escolar, Mateo fue invitado a mostrar lo que había aprendido en las clases de baile frente a todos sus compañeros.

Aunque sentía vergüenza y miedo escénico, recordó las palabras motivadoras de su mamá y decidió enfrentarse al desafío. Cuando llegó el momento de bailar frente al público, Mateo respiró hondo y comenzó a moverse con gracia y alegría. Sus compañeros lo miraron sorprendidos mientras aplaudían entusiasmados.

Desde aquel día en adelante, Mateo dejó atrás su enfado constante. Descubrió que el baile era su escape perfecto para canalizar todas sus emociones negativas.

Además, hizo nuevos amigos en las clases de baile y se dio cuenta de que no había nada de qué avergonzarse. Y así, Mateo aprendió la valiosa lección de que el arte del movimiento puede transformar incluso los sentimientos más oscuros en algo hermoso y lleno de vida.

A partir de entonces, siempre llevó una sonrisa en su rostro y nunca dejó que el enfado lo controlara nuevamente.

FIN.

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