El niño fantasma de Villa Esperanza



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, donde las casas estaban rodeadas de árboles frondosos y la gente siempre se ayudaba entre sí.

En una tarde de invierno, cuando el sol comenzaba a esconderse detrás de las montañas, algo extraño sucedió en la carretera principal. Un fantasma con aspecto triste y desorientado apareció caminando por la carretera, seguido de cerca por un perro negro con ojos rojos y colmillos enormes.

La gente del pueblo se asustó al verlos y cerraron sus puertas con llave, temiendo lo peor. El fantasma y el perro negro continuaron su camino hasta que finalmente llegaron a una casa humilde en las afueras del pueblo.

El perro se detuvo frente a la puerta y comenzó a ladrar pidiendo ayuda, mientras el fantasma miraba fijamente hacia adentro con ojos llenos de tristeza.

La dueña de la casa, doña Rosa, abrió la puerta con cautela y vio al perro negro con los ojos rojos y al fantasma parado frente a ella. A pesar del miedo que sentía, doña Rosa recordó las palabras de su abuela: "En tiempos difíciles es cuando más necesitamos mostrar compasión".

"¿Qué les ha traído hasta mi humilde morada?", preguntó doña Rosa con voz temblorosa. El perro negro miró a doña Rosa con sus ojos tristes y comenzó a contarle lo ocurrido.

Resulta que el fantasma era en realidad el espíritu de un niño que había perdido su camino en el bosque y el perro era su fiel compañero que lo protegía en todo momento. Conmovida por la historia del niño fantasma y su leal amigo canino, doña Rosa decidió ayudarlos.

Les ofreció comida caliente, cobijo para pasar la noche y les prometió ayudar al niño a encontrar el camino de regreso a casa al día siguiente. Juntos compartieron una cena reconfortante mientras contaban historias junto al fuego crepitante.

El niño fantasma sonrió por primera vez en mucho tiempo gracias a la amabilidad de doña Rosa y el cariño del perro negro.

Al día siguiente, después de un desayuno abundante, doña Rosa acompañó al niño fantasma y al perro negro de regreso al bosque. Con lágrimas en los ojos pero feliz por haberlos ayudado, les deseó buena suerte en su viaje.

El niño fantasma le dio las gracias a doña Rosa con una sonrisa radiante antes de desaparecer lentamente entre los árboles junto con su fiel amigo canino. Desde ese día, la historia del niño fantasma y el perro negro se convirtió en leyenda en Villa Esperanza.

Y doña Rosa siempre recordaría esa tarde invernal como un recordatorio de que incluso en los momentos más oscuros, siempre hay espacio para la bondad y la compasión hacia aquellos que más lo necesitan.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!