El niño lobo


En lo profundo de la selva vivía una manada de lobos. Una noche, mientras los lobos cazaban, escucharon un débil llanto que provenía de entre los arbustos.

Intrigados, se acercaron y descubrieron a un bebé envuelto en una manta sucia. - ¡Miren lo que encontré! -dijo la loba más vieja y sabia de la manada. Los lobos se acercaron con curiosidad al bebé, quien miraba con sus grandes ojos oscuros llenos de lágrimas.

Con cuidado, la loba madre tomó al bebé en su boca y lo llevó hasta su guarida. Los días pasaron y el bebé creció entre los lobos.

Aprendió a imitar sus aullidos, a correr velozmente por la selva y a buscar comida junto a ellos. Los lobos lo aceptaron como uno más de la manada, protegiéndolo y enseñándole todo lo que necesitaba saber para sobrevivir en ese entorno salvaje. Pero un día, unos cazadores furtivos llegaron a la selva con malas intenciones.

Querían capturar a los lobos para vender su piel y así hacerse ricos. La loba madre supo instintivamente que debían proteger al bebé humano y a toda la manada. - Tenemos que huir -dijo ella con determinación-.

Los humanos son peligrosos para nosotros. Los lobos comenzaron a moverse rápidamente por la selva, buscando un lugar seguro donde refugiarse. El bebé los seguía, sin entender bien lo que estaba ocurriendo pero sintiendo el peligro en el aire.

Finalmente, encontraron una cueva oculta detrás de una cascada donde podrían esconderse temporalmente. Los lobos cuidaban atentamente al bebé mientras ideaban un plan para enfrentar a los cazadores furtivos.

- No podemos dejar que nos atrapen -dijo el lobo más fuerte-. Debemos proteger al pequeño humano cueste lo que cueste. Entonces, cuando los cazadores se acercaron demasiado a la cueva, los lobos lanzaron un ataque sorpresa contra ellos.

Con gruñidos feroces y garras afiladas defendieron su territorio con valentía. Los cazadores huyeron despavoridos ante la fiereza de los lobos. Al final del día, exhaustos pero victoriosos, los lobos regresaron a su guarida con el bebé sano y salvo entre ellos.

La loba madre acarició cariñosamente al pequeño humano mientras todos celebraban haber superado juntos aquel desafío tan grande. Desde ese día en adelante, el bebé creció rodeado del amor y cuidado de su familia adoptiva: la manada de lobos.

Aprendió importantes valores como el trabajo en equipo, el respeto por la naturaleza y la importancia de proteger aquello que amamos.

Y así fue como aquel bebé abandonado en la selva encontró no solo una nueva familia sino también un hogar donde siempre sería querido y valorado por quienes realmente importaban: sus amigos animals llenos de bondad.

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