El niño mágico de Catemaco
Había una vez un niño llamado Alex, que vivía en la ciudad de Buenos Aires. Un día, decidió ir de viaje a Catemaco, Veracruz, un lugar mágico y lleno de aventuras.
Alex estaba muy emocionado por conocer nuevos lugares y culturas diferentes. Al llegar a Catemaco, se encontró con un paisaje impresionante: montañas verdes y un lago cristalino rodeaban el pueblo.
Un día, mientras caminaba por las calles del pueblo, escuchó murmullos y risas provenientes de una casa antigua. Curioso como era, decidió acercarse para ver qué sucedía. Para su sorpresa, se encontró con un grupo de brujos realizando un ritual. Los brujos estaban vestidos con túnicas coloridas y llevaban consigo herramientas extrañas.
Habían velas encendidas por todas partes y la música resonaba en el aire. Alex se quedó asombrado al presenciar todo aquel espectáculo mágico.
De repente, uno de los brujos notó la presencia de Alex y se acercó a él con una sonrisa amable en el rostro. Era el brujo más viejo del grupo y tenía una mirada sabia. "Hola pequeño viajero", dijo el brujo-. "¿Qué te trae hasta aquí?""¡Hola!" -respondió Alex emocionado-.
"Estoy visitando este maravilloso lugar y me topé con su ritual. Me parece fascinante". El brujo sonrió aún más ampliamente ante la curiosidad genuina del niño. "Me alegra que te haya interesado nuestro ritual", dijo el brujo-.
"En realidad, lo que estamos haciendo es un acto de conexión con la naturaleza y nuestras propias energías. Es una forma de honrar y agradecer por todo lo que nos brinda". Alex estaba fascinado. Nunca había escuchado hablar de algo así antes.
"¿Puedo quedarme a observar?" -preguntó Alex con entusiasmo. El brujo asintió y le invitó a sentarse en un rincón tranquilo desde donde podía observar todo el ritual sin interrumpirlo.
A medida que pasaba el tiempo, Alex se dio cuenta de que los brujos no solo realizaban rituales mágicos, sino que también ayudaban a las personas del pueblo. Con sus conocimientos sobre hierbas medicinales, curaban enfermedades y aliviaban dolores.
Además, eran sabios consejeros para aquellos que necesitaban orientación en sus vidas. Alex aprendió mucho de ellos durante su estancia en Catemaco. Un día, mientras compartía una charla con el brujo más viejo, este le dijo:"Alex, recuerda siempre que la magia está dentro de ti.
Todos tenemos habilidades especiales y podemos usarlas para hacer el bien en el mundo". Aquellas palabras resonaron en el corazón del niño. A partir de ese momento, Alex decidió explorar sus propios dones y utilizarlos para ayudar a los demás.
Cuando llegó la hora de regresar a Buenos Aires, Alex llevaba consigo no solo recuerdos maravillosos sino también nuevas ideas sobre cómo aprovechar su propia magia interior.
Desde entonces, cada vez que veía a alguien triste o necesitado en su ciudad natal, utilizaba su creatividad y alegría para brindarles un poco de magia. Ya sea a través de música, arte o simplemente una palabra amable, Alex encontró su propia forma de ser un —"brujo" en el mundo.
Y así, Alex demostró que la magia no solo existía en los rituales de Catemaco, sino también en cada uno de nosotros.
Todos podemos hacer del mundo un lugar mejor si utilizamos nuestra magia interior para ayudar a los demás y difundir amor y felicidad por donde vayamos.
FIN.