El niño mitad oso y la búsqueda de amigos



Había una vez un niño llamado Osito que vivía en una cueva en lo profundo del bosque. Osito no era un niño común y corriente; tenía una parte de él que era un oso. Era adorable, con su pelaje suave y sus enormes ojos brillantes, pero también se sentía un poco diferente de los demás niños.

Desde que era pequeño, soñaba con jugar con otros niños. Pero, cada vez que se acercaba a una aldea cercana, los niños se asustaban y corrían. Osito se sentía triste y solo. Un día, mientras paseaba por el bosque pensativo, decidió que debía hacer algo al respecto.

"¡Voy a hacer una fiesta!" pensó Osito entusiasmado. "Si invito a todos los niños de la aldea, tal vez se den cuenta de que soy un buen amigo". Así que comenzó a preparar su cueva. Recogió flores, frutas y hasta hizo un gran pastel de miel, el cual, según él, era su especialidad.

El día de la fiesta, Osito estaba muy nervioso. Se sentó a la entrada de su cueva, esperando que llegaran los niños.

"Ojalá vengan..." murmuró para sí mismo. Pasaron algunas horas y, para su sorpresa, un grupo de niños se acercó. Osito no podía creerlo.

"¡Hola!" gritó emocionado, "¡Soy Osito! ¡Bienvenidos a mi fiesta!".

Los niños se miraron entre sí y, aunque estaban un poco asustados al principio, decidieron quedarse. Uno de ellos, llamado Tomás, se adelantó y dijo:

"No te preocupes, nosotros no te vamos a hacer daño. Venimos a jugar".

Osito, lleno de alegría, los llevó a su cueva. Comenzaron a jugar y a disfrutar de la comida. Sin embargo, a medida que avanzaba la fiesta, algunas cosas comenzaron a salir mal. Unos pájaros curiosos volaron hasta la cueva y comenzaron a robar la comida, mientras que otros animales del bosque se acercaron atraídos por el olor.

"¿Qué hacemos?" preguntó una niña llamada Sofía, asustada.

"¡No se preocupen!" dijo Osito. "¡Todos juntos podemos espantarlos!". Así que, con valentía, los niños, junto a Osito, hicieron ruido, movieron los brazos y hasta comenzaron a cantar a pleno pulmón:

"¡Fuera pájaros, fuera! ¡Este es nuestro festín!".

Los pájaros, asustados por el bullicio, volaron lejos, y los animales del bosque también se alejó. La fiesta continuó llena de risas y juegos.

Al final de la tarde, los niños ya se habían acostumbrado a Osito y no eran sólo amigos de feria, habían creado un verdadero lazo.

"Osito, sos el mejor organizador de fiestas que conocimos", dijo Tomás con una gran sonrisa.

"¡Sí! Y te queremos mucho!" agregó Sofía.

Esa noche, Osito miró las estrellas desde la entrada de su cueva, sintiéndose más feliz que nunca. Había hecho amigos y, sobre todo, les había demostrado que, aunque era diferente, tenía un gran corazón.

Con el tiempo, la cueva de Osito se volvió un lugar de reunión. No sólo celebraban fiestas, sino también días de juegos, cuentos y aventuras por el bosque. Osito nunca más se sintió solo y aprendió que la verdadera amistad supera cualquier diferencia. Y así, el niño mitad oso vivió feliz en su cueva, rodeado de los mejores amigos que uno podría desear.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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