El niño pequeño que quería volar alto


Había una vez en un pequeño pueblo a las afueras de la ciudad un niño llamado Mateo. Mateo era un niño curioso y soñador, siempre mirando hacia el cielo y preguntándose qué se sentiría volar como un pájaro.

Un día, Mateo decidió construir sus propias alas para intentar volar. Buscó palos, plumas y pegamento, y pasó días y noches trabajando en su invento. Finalmente, llegó el día de probar sus alas.

Mateo se subió a lo alto de una colina y se lanzó al vacío. Por desgracia, las alas no funcionaron como él esperaba y Mateo cayó al suelo con un golpe. "¡Ay! ¡Eso ha dolido!" se quejó Mateo. Desanimado, se sentó en el suelo y contempló el cielo.

Fue entonces cuando un grupo de pájaros se posó a su alrededor y comenzaron a cantar. Mateo miró a los pájaros con envidia, deseando poder volar como ellos. De repente, tuvo una idea brillante.

En lugar de construir alas para volar, ¿por qué no aprender a volar con los pájaros? Decidido a llevar a cabo su plan, Mateo pasó sus días observando a los pájaros, imitando sus movimientos y escuchando atentamente sus cantos.

Con el tiempo, Mateo se convirtió en un experto en el vuelo de los pájaros. Finalmente, llegó el día en que Mateo pudo deslizarse por el aire junto a sus amigos emplumados.

La gente del pueblo se maravillaba al ver al niño pequeño volando alto con los pájaros. Mateo había descubierto que, aunque no podía volar con alas artificiales, podía alcanzar las alturas más altas al aprender de la naturaleza que lo rodeaba.

Desde entonces, Mateo se convirtió en un defensor de los animales y un ejemplo para los demás niños en todas partes.

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