El niño perdido


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, un grupo de amigos muy especiales. Martina, Lucas, Sofía y Juanito eran inseparables y siempre estaban dispuestos a ayudarse mutuamente.

Un día soleado, mientras jugaban en el parque, escucharon un llanto proveniente de detrás de los arbustos. Se acercaron con curiosidad y encontraron a Tomi, un niño nuevo en el pueblo que parecía estar triste.

Martina se acercó tímidamente y le preguntó: "¿Qué te pasa? ¿Por qué estás llorando?"Tomi sollozaba mientras explicaba que se había perdido camino a su casa y no sabía cómo volver. Los amigos se miraron entre sí y supieron al instante que tenían que ayudar a Tomi.

Lucas tomó la iniciativa y dijo: "No te preocupes, Tomi. Nosotros te llevaremos de regreso a tu casa". Emprendieron juntos el camino hacia la casa de Tomi.

Durante el trayecto, Sofía entabló conversación con él para distraerlo del miedo que sentía por estar perdido. Le contó historias divertidas sobre sus aventuras en Villa Esperanza y pronto Tomi comenzó a sonreír. Después de caminar un rato largo, finalmente llegaron frente a una pequeña casa pintada de amarillo brillante.

Los padres de Tomi salieron corriendo hacia ellos con alivio en sus rostros. La madre abrazó fuertemente a su hijo mientras decía: "¡Gracias chicos! Estábamos tan preocupados por él".

El padre también les dio las gracias efusivamente y les invitó a entrar para tomar algo fresco. Los amigos aceptaron la invitación y se sentaron en el patio trasero.

Mientras disfrutaban de los refrescos, Juanito preguntó curiosamente: "Tomi, ¿cómo te perdiste?"Tomi explicó que había llegado al pueblo hace poco tiempo y aún no conocía muy bien las calles. Se sintió abrumado por todo y se desorientó fácilmente. Martina sonrió comprensiva y dijo: "No te preocupes, Tomi. Todos nos hemos sentido un poco perdidos alguna vez".

Los amigos asintieron en acuerdo y comenzaron a compartir historias sobre momentos en los que ellos también habían estado confundidos o tristes. Al darse cuenta de que todos habían pasado por situaciones similares, Tomi se sintió más tranquilo.

Después de pasar un rato juntos, los amigos decidieron que era hora de volver a casa antes de que oscureciera demasiado. "Gracias chicos", dijo Tomi con gratitud mientras se despedían. "Me alegra haberlos encontrado".

Lucas respondió con una sonrisa amigable: "Nosotros también estamos contentos de haberte conocido. Si alguna vez necesitas ayuda nuevamente, sabes dónde encontrarnos". Con el corazón lleno de alegría por haber ayudado a su nuevo amigo, los cuatro amigos regresaron a casa caminando juntos bajo el cálido sol del atardecer.

Desde ese día en adelante, Martina, Lucas, Sofía y Juanito siempre estuvieron dispuestos a tender una mano amiga cuando alguien lo necesitaba. Aprendieron que la empatía es una cualidad hermosa que puede hacer la diferencia en la vida de los demás.

Y así, en Villa Esperanza, los niños crecieron sabiendo que su amistad y empatía eran un regalo preciado que podían compartir con el mundo.

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