El niño perdido en Moscú



Había una vez una familia argentina que decidió emprender un viaje a Moscú para conocer la cultura rusa y disfrutar de las maravillas que esa ciudad tenía para ofrecer.

La familia estaba compuesta por Juan, el padre; Carolina, la madre; Martina, la hija mayor de 8 años; y Tomás, el hijo menor de 5 años.

Desde el primer momento en que pisaron suelo moscovita, los niños quedaron fascinados con todo lo que veían a su alrededor: los edificios altísimos, las calles llenas de gente y los colores brillantes del lugar. Pero lo que más les llamó la atención fue el clima frío y nevado. "¡Mamá! ¡Papá! ¿Podemos hacer un muñeco de nieve?", preguntó Martina emocionada.

"¡Sí! Y también podemos patinar sobre hielo", agregó Tomás con entusiasmo. Así comenzaron sus aventuras en Moscú. Recorrieron los lugares turísticos más importantes como la Plaza Roja, el Kremlin y la Catedral de San Basilio.

Además, probaron las comidas típicas rusas como el borsch, pelmeni y blini. Una tarde, mientras paseaban por un parque cercano a su hotel, Tomás se alejó unos metros sin darse cuenta y se perdió entre la multitud.

La familia buscó desesperadamente por todas partes pero no lograba encontrarlo. Fue entonces cuando conocieron a Sasha, un niño ruso que también había perdido a su familia en ese mismo parque hace algunos años atrás.

Sasha les contó cómo había sobrevivido en las calles de Moscú y cómo había aprendido a valerse por sí mismo. Les enseñó algunos trucos para encontrar a Tomás y juntos buscaron por toda la ciudad hasta que finalmente lo encontraron en un puesto de comida.

La familia estaba muy agradecida con Sasha por su ayuda, así que decidieron invitarlo a cenar para conocer más sobre su vida y su cultura.

Fue una noche increíble llena de risas y anécdotas, donde los niños se divirtieron jugando con Sasha y aprendiendo palabras nuevas en ruso. Después de esa noche, la familia decidió hacer algo especial por Sasha como muestra de gratitud. Le compraron ropa nueva, libros escolares y le ofrecieron un lugar para quedarse mientras encontraba una familia adoptiva.

"Gracias chicos, ustedes son mi nueva familia", dijo Sasha emocionado antes de despedirse.

La experiencia que vivió la familia argentina en Moscú les dejó muchas enseñanzas importantes: valorar la ayuda del prójimo, aprender sobre otras culturas y siempre estar atentos a los pequeños detalles. Y aunque el viaje tuvo sus altibajos, fue sin duda uno de los más emocionantes e inolvidables que habían tenido juntos.

FIN.

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