El niño perdido


Daniel estaba muy emocionado. Había pasado meses planeando la llegada de su esposa, quien había estado en un viaje de negocios en el extranjero.

Él había preparado una gran sorpresa para ella y no podía esperar a ver su cara cuando la viera. Mientras esperaba en el aeropuerto, Daniel se distrajo mirando por la ventana los aviones despegar y aterrizar.

De repente, escuchó una voz detrás de él:- ¿Está usted bien? Daniel se dio vuelta y vio a un niño pequeño parado allí, con lágrimas en los ojos. - ¿Qué pasa? -preguntó Daniel preocupado. - Me he perdido -dijo el niño sollozando-. No encuentro a mi mamá.

Daniel sabía lo difícil que era estar solo en un lugar desconocido, así que decidió ayudar al niño. - Tranquilo amigo, yo te voy a ayudar -le dijo amablemente-.

¿Cómo te llamas? El niño le contó su nombre y juntos comenzaron a buscar a su madre por todo el aeropuerto. Después de unos minutos encontraron a una mujer angustiada que buscaba al pequeño por todas partes. Cuando la madre del niño lo abrazó con fuerza, Daniel sintió una alegría inmensa.

Saber que había ayudado a reunirlos fue maravilloso para él. Pero entonces recordó que todavía tenía otra tarea importante: recibir a su esposa. Corrió hacia la puerta de llegadas internacionales justo cuando anunciaban la llegada del avión de su esposa.

Se puso nervioso pensando si ella notaría sus nervios mientras esperaba con una gran pancarta que decía "Bienvenida de vuelta mi amor". Cuando vio a su esposa salir por la puerta, Daniel no pudo contener las lágrimas.

La abrazó fuerte y le explicó lo que había pasado con el niño perdido. - Eso fue muy amable de tu parte -dijo ella con una sonrisa-. Siempre supe que eras un buen hombre. Daniel se sintió orgulloso y feliz al mismo tiempo.

Había ayudado a alguien más en un momento difícil y había hecho feliz a la persona más importante en su vida. Sabía que esa experiencia lo había cambiado para siempre.

Desde ese día, Daniel se convirtió en alguien aún más atento y considerado con los demás. Aprendió que siempre hay espacio para hacer algo bueno por los demás, sin importar cuán pequeña sea la acción.

Y así, vivió feliz junto a su esposa sabiendo que cada día podían hacer del mundo un lugar mejor juntos.

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