El niño prodigio de Madrid
Había una vez, en la hermosa ciudad de Madrid, un niño llamado Alejandro. Era un niño común y corriente, con una vida normal llena de juegos y diversión.
Pero un día, algo extraordinario sucedió: ¡Alejandro se despertó con superpoderes mágicos! Al principio, no podía creerlo. Saltaba por toda su habitación y se miraba al espejo para asegurarse de que no estaba soñando. Pero era real: Alejandro tenía el poder de volar como un pájaro.
Emocionado por sus nuevos dones, Alejandro decidió usarlos para ayudar a los demás. Volaba por toda la ciudad buscando personas en problemas a las que pudiera socorrer.
Rescató gatos atrapados en los árboles, ayudó a ancianos a cruzar la calle y salvó pelotas perdidas en los tejados. Un día, mientras volaba sobre el parque del Retiro, escuchó unos gritos desesperados provenientes del lago.
Se acercó rápidamente y vio a un grupo de niños asustados tratando de mantenerse a flote en el agua. Sin dudarlo un segundo, Alejandro se sumergió en el agua y usó su poder mágico para nadar como un pez. Uno por uno fue rescatando a los niños y llevándolos sanos y salvos hasta la orilla.
Los padres de los niños estaban muy agradecidos por la valentía demostrada por Alejandro. Le dieron las gracias una y otra vez mientras abrazaban emocionados a sus pequeños. Pero no todo eran alegrías para nuestro héroe volador.
Algunas personas, celosas de sus poderes mágicos, comenzaron a sentir envidia y trataron de hacerle daño. Alejandro se encontró con un grupo de niños mayores que intentaron robarle sus poderes.
"¡Oye tú, niño volador! ¿Crees que eres mejor que nosotros?", gritó el líder del grupo. Alejandro se mantuvo firme y valiente. Sabía que no podía permitir que los demás lo hicieran sentir mal por tener superpoderes. "No se trata de ser mejor o peor", respondió Alejandro con calma.
"Mis poderes son para ayudar a los demás, no para lastimarlos". Los chicos mayores quedaron impresionados por la sabiduría y madurez de Alejandro. Se disculparon por su comportamiento y prometieron no volver a molestarlo.
Desde ese día, Alejandro continuó usando sus superpoderes para ayudar a los demás en Madrid. Cada vez más personas conocían su nombre y lo consideraban un verdadero héroe.
Pero Alejandro aprendió una lección importante: los superpoderes no son lo único que hace a alguien especial. Lo más importante es la bondad en el corazón y la disposición para ayudar a los demás sin esperar nada a cambio.
Así fue como nuestro pequeño héroe volador vivió muchas aventuras emocionantes mientras exploraba cada rincón de Madrid. Y aunque nunca supo cómo obtuvo sus superpoderes mágicos, estaba seguro de una cosa: había nacido para hacer el bien en el mundo.
FIN.