El niño que agradecía a su familia



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Sonrisas, un niño llamado Leo. Leo era un niño especial, siempre mostraba gratitud por todo lo que tenía y por las personas que lo rodeaban. Desde el amanecer hasta el anochecer, se le podía escuchar diciendo: -Gracias por el sol, gracias por la lluvia, gracias por mis juguetes, gracias por mi familia-. Su alegría era contagiosa y todos en el pueblo lo adoraban.

Un día, mientras jugaba con su perro, Lucas, Leo decidió que quería hacer algo especial para su familia para demostrarles cuánto los apreciaba. -¡Hoy es el día perfecto para una sorpresa! - exclamó.

Leo se puso a trabajar. Primero, hizo una lista de las cosas que más le gustaban de cada miembro de su familia. -A mamá le encanta comer pasteles, a papá le gusta el fútbol, y a mi hermana le gustan los cuentos de hadas- pensó.

Después, se le ocurrió que podría preparar un picnic al aire libre. -¡Eso les encantará! - dijo emocionado.

Leo molló la idea a su madre mientras le ayudaba a preparar lechuga y tomate para la ensalada.

-Mamá, ¿podemos hacer un picnic este fin de semana? -preguntó Leo.

-Claro, Leo. Pero, ¿por qué lo preguntas? -respondió su madre con una sonrisa-.

-Porque quiero agradecerles por ser la mejor familia del mundo.

Al escuchar eso, la madre de Leo sintió una gran alegría en su corazón. Ambos se pusieron a preparar diferentes comidas para llevar: sándwiches, frutas, jugo y, por supuesto, un delicioso pastel.

El fin de semana llegó y Leo despertó temprano. Se vistió rápidamente y corrió a despertar a su familia. -¡Es hora de hacer el picnic! - gritó entusiasmado.

Papá salió del baño, mamá venía de la cocina y su hermana, Frida, frotaba sus ojos dormidos.

-¿Qué hora es? - preguntó papá.

-Es hora de un picnic! -respondió Leo. -Vamos, ¡prepárense!

La familia no pudo resistirse a la energía de Leo. Se prepararon todo a upfinish y emprendieron el camino hacia el parque local.

Mientras caminaban, Leo les contaba cómo había organizado toda la sorpresa.

-¡Gracias por siempre apoyarme! -dijo Leo-. Quiero que sepan cuánto los quiero.

Al llegar al parque, encontraron un lugar bajo un gran árbol. La familia se sentó en la manta y Leo desplegó todas las comidas que había ayudado a hacer.

-¡Miren esto! - dijo Leo mientras señalaba el pastel.

La familia sonrió, pero de repente, una ráfaga de viento sopló con fuerza, volando el mantel y todos los alimentos en el aire.

-¡Nooo! - gritó Leo, aterrorizado.

Frida comenzó a reírse, y papá y mamá no podían creer lo que estaba pasando.

-¡A no rendirse, Leo! - dijo papá. -Podemos volver a armarlo.

-¡Sí! -gritó Frida-. ¡Podemos hacer una búsqueda del tesoro!

Leo, al escuchar esto, se animó de inmediato. -¡Eso es! En vez de enojarme, ¡haré una búsqueda del tesoro!

Pensó un momento y empezó a dar pistas a su familia sobre dónde encontrar los sándwiches, las frutas y el pastel. Cada pista llevaba a un nuevo rincón del parque, donde la familia corría emocionada.

Después de un buen rato, todos se reagrupaban riendo y con las manos llenas de comida.

-¡Mirá qué divertido! -dijo mamá.

Leo sonrió feliz, más contento por ver a su familia disfrutando que por la comida perdida.

Así, el picnic se convirtió en una gran fiesta, llena de risas, juegos y mucho amor.

Al final del día, mientras el sol se ponía, Leo miró a su familia y dijo: -Gracias por ser ustedes. Me encanta pasar tiempo con ustedes.

Y así, cada vez que daba gracias, se recordaban que lo más importante no era lo que tenían, sino lo que compartían juntos. Y en el pueblo de Sonrisas, la gratitud de Leo se convirtió en un ejemplo que inspiró a todos a valorar a sus seres queridos.

Y así, Leo aprendió que, a veces, lo que parece un mal día puede convertirse en una gran aventura cuando se tiene amor y compañía.

FIN.

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