El niño que cuidaba el mundo
Había una vez un pequeño pueblo llamado Villa Alegre, donde todos los niños iban a la escuela para aprender y divertirse.
En medio de un hermoso campo de trigo, se encontraba la Escuela Primaria "El Trigal", un lugar lleno de risas y aprendizaje. En uno de los rincones del trigal, había un espantapájaros solitario llamado Pepito. Durante el día, su trabajo era mantener alejados a los pájaros para proteger las cosechas de los agricultores del pueblo.
Pero por las noches, cuando todos dormían, Pepito soñaba con ser parte de la escuela y jugar con los niños. Un día soleado, mientras los niños jugaban en el recreo, ocurrió algo mágico.
Una nube gigante apareció sobre la escuela y comenzó a brillar intensamente. De repente, una lluvia de chispas doradas cayó sobre el patio y cuando desapareció, allí estaba Pepito transformado en un simpático niño. Los niños se acercaron sorprendidos al verlo y lo rodearon emocionados.
"-¡Pepito! ¿Eres realmente tú?", preguntó Sofía con asombro. "-¡Sí! ¡Ahora soy uno más!", exclamó Pepito emocionado mientras saltaba de alegría. Desde ese momento, Pepito se convirtió en el alumno más querido por todos en "El Trigal".
Los días pasaban volando mientras él descubría nuevas cosas junto a sus amigos.
Aprendió matemáticas jugando al escondite numérico con Lucas; exploró el mundo natural durante las clases de ciencias con Valentina; y disfrutó de las historias mágicas que contaba Martina en la hora del cuento. Un día, mientras Pepito y sus amigos caminaban por el campo, encontraron una semilla misteriosa. Decidieron plantarla en el jardín de la escuela para ver qué crecería.
Para su sorpresa, al día siguiente, un árbol lleno de globos multicolores había brotado. "-¡Es un árbol de sorpresas!", exclamó asombrada Valentina. Los niños descubrieron que cada globo tenía una palabra escrita y decidieron estallarlos uno a uno para descubrir qué había dentro.
Al hacerlo, se dieron cuenta de que cada palabra representaba algo especial: amor, amistad, valentía y generosidad. A medida que los niños iban viviendo nuevas experiencias y aprendiendo más sobre esas palabras mágicas, el árbol seguía creciendo con nuevos globos.
Cada vez que uno explotaba, aparecían nuevas palabras como respeto, tolerancia y empatía. Pepito comprendió entonces que él también tenía algo especial para ofrecer al mundo: su capacidad para cuidar las cosechas del pueblo.
Así que decidió enseñarles a sus amigos cómo ser buenos guardianes del medio ambiente y ayudar a preservar la naturaleza. Juntos organizaron actividades educativas en "El Trigal", donde aprendieron sobre reciclaje, compostaje y cómo proteger a los pájaros sin espantarlos.
Los niños se convirtieron en verdaderos defensores del medio ambiente gracias a las enseñanzas de Pepito. Con el tiempo, Villa Alegre se convirtió en un lugar aún más hermoso y próspero, donde todos los habitantes aprendieron a valorar y cuidar la naturaleza.
Y todo esto fue posible gracias al espantapájaros que se convirtió en niño, Pepito, quien con su magia y amor por el aprendizaje logró transformar vidas.
Y así, la escuela "El Trigal" siguió siendo un lugar lleno de risas, aprendizaje y sorpresas mágicas para todos los niños de Villa Alegre. Porque nunca se sabe cuándo una simple semilla puede crecer y convertirse en algo maravilloso si le damos amor y cuidado.
FIN.