El niño que descubrió el valor de la siesta



Juanito era un niño muy inquieto que nunca quería dormir la siesta en el colegio. Cada vez que llegaba la hora de la siesta, él se retorcía en su colchoneta, miraba al techo y se resistía a cerrar los ojos.

- ¡No quiero dormir la siesta! - protestaba Juanito cada día. Su maestra, la Seño Marta, trataba de convencerlo, pero Juanito se negaba una y otra vez. Un día, la Seño Marta decidió hablar con él.

- Juanito, entiendo que no te guste dormir la siesta, pero ¿sabías que descansar un ratito te hará sentir mejor para jugar después? - le explicó con voz suave. Juanito frunció el ceño, pero la idea le pareció interesante. Decidió intentarlo.

Se recostó en su colchoneta y cerró los ojos. Al principio, le costó mucho dormirse, pero poco a poco, el cansancio lo fue venciendo y se quedó dormido. Cuando despertó, se sentía renovado y lleno de energía.

Desde ese día, Juanito empezó a entender el valor de la siesta. Ya no se resistía y cada vez le costaba menos conciliar el sueño. Descubrió que descansar un poco durante el día lo ayudaba a estar más atento y activo en clase.

También aprendió a disfrutar de ese momento de tranquilidad. Finalmente, se dio cuenta de que la siesta no era tan mala como pensaba. Y cada vez que cerraba los ojos en su colchoneta, lo hacía con una sonrisa en el rostro.

FIN.

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