El niño que descubrió la importancia de la higiene


Ernesto era un niño travieso y curioso que vivía en un pequeño pueblo argentino. A pesar de ser muy inteligente y amigable, tenía una aversión particular por el agua y el jabón.

Siempre encontraba excusas para evitar bañarse, como que el agua estaba demasiado fría o que prefería jugar afuera. Su mamá, cansada de sus excusas, intentó de todo para convencerlo, pero Ernesto se rehusaba a cambiar de opinión.

Un día, mientras jugaba en el parque, conoció a un nuevo amigo llamado Mateo. Mateo era un niño muy limpio y siempre olía a jabón y a flores. Ernesto no entendía cómo Mateo podía disfrutar tanto de bañarse, y Mateo no entendía cómo Ernesto podía resistirse tanto a hacerlo.

A pesar de sus diferencias, se convirtieron en amigos inseparables. - ¿Ernesto, por qué nunca te bañas? - le preguntó Mateo. - No me gusta, me da pereza, prefiero jugar - respondió Ernesto.

Mateo, preocupado por su amigo, decidió mostrarle la importancia de la higiene de una manera divertida. Juntos, construyeron un pequeño laboratorio en el patio de Ernesto y empezaron a realizar experimentos sobre la importancia de mantenerse limpio.

Aprendieron sobre los gérmenes, la importancia del agua y el jabón, y cómo la higiene podía prevenir enfermedades. Ernesto se sorprendió al descubrir cuántas cosas interesantes estaban relacionadas con la limpieza.

A medida que pasaban los días, Ernesto empezó a entender que bañarse no era solo un hábito aburrido, sino una manera de cuidar su cuerpo y disfrutar de una buena salud. Se convirtió en un defensor de la higiene y compartió sus nuevos conocimientos con todos los niños del pueblo.

Ahora, Ernesto disfruta cada baño como si fuera una aventura, mientras Mateo se divierte ayudando a su amigo a mantenerse limpio. Ernesto aprendió que la higiene no solo es importante, ¡sino también muy divertida!

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