El niño que despertaba en las noches a contar las estrellas
Había una vez un niño llamado Lucas, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Desde muy pequeño, Lucas siempre se había sentido atraído por el cielo nocturno. Mientras los demás niños dormían plácidamente, él se despertaba por la noche para contar las estrellas.
Una noche, mientras contaba las estrellas desde su ventana, se dio cuenta de que había una estrella que brillaba más que las demás.
"¿Por qué brillas tanto?" - le preguntó Lucas.
Algo sorprendente ocurrió. La estrella comenzó a parpadear y, para asombro de Lucas, descendió del cielo y se posó en su ventana. Era una pequeña estrella dorada que sonreía.
"Hola, Lucas. Soy Estrella Brillante, y he venido a ayudarte. ¿Por qué cuentas las estrellas?" - dijo la estrella con una voz suave.
"Porque quiero saber cuántas hay, y me gusta imaginar que cada una tiene una historia que contar" - respondió Lucas con los ojos llenos de sorpresa.
"Eso es hermoso, Lucas. Pero hay algo aún más importante que contar estrellas. ¡Deberías aprender sobre ellas!" - sugirió Estrella Brillante.
Intrigado, Lucas se sentó a escuchar a la estrella mientras le contaba sobre las diferentes constelaciones, cómo las estrellas nacen y mueren, y cómo algunas incluso tienen planetas a su alrededor. Lucas se perdía en cada relato, y su imaginación volaba lejos.
Una noche, mientras aprendían juntos, Estrella Brillante le dijo:
"Hay una tradición en el cielo. Cada vez que alguien descubre algo nuevo, una estrella nueva nace. Necesitamos que salgas al mundo y cuentes lo que aprendes para que puedan nacer más estrellas."
Lucas no podía creer lo que escuchaba.
"¿Yo? ¿Puedo hacer que nazcan más estrellas?" - preguntó encantado.
"¡Sí! Solo debes compartir lo que sepas con los demás, y tu pasión iluminará el camino."
Entusiasmado, Lucas comenzó a escribir sus aventuras estelares. De día, hablaba con sus amigos sobre todo lo que había aprendido.
"Hoy aprendí que la Vía Láctea no es solo nuestra galaxia, ¡es como un río de estrellas!" - contaba a su amigo Tomás.
"Mirá, Lucas, ¡esa nube ahí es como un gigante de algodón! ¿Te imaginas que habite una estrella allí?" - respondió Tomás emocionado.
Los días pasaron, y todos en el pueblo comenzaron a interesarse por las estrellas. Organizaron noches de observación con telescopios y juegos relacionados con el cielo. Lucas se convirtió en el pequeño astrónomo del pueblo, y las historias que contaba inspiraron a todos a ver el cielo con otros ojos.
Sin embargo, una noche, mientras Lucas estaba afuera mirando las estrellas, notó que Estrella Brillante no estaba en el lugar donde solía estar. Sintió un pequeño hueco en su corazón.
"¿Dónde estás, Estrella?" - le susurró al viento.
Fue entonces que escuchó una suave melodía que parecía salir del cielo. Con cada nota, se dio cuenta de que la luz de las estrellas brillaba más intensamente.
"Estoy aquí, Lucas. Estoy más cerca de ti de lo que crees. Cada estrella que enseñas a contar es un pedacito de mí que brilla. Gracias por compartir el cielo con tu magia. ¡Ahora hay más estrellas que nunca!" - la voz de Estrella Brillante resonó en su corazón.
Lucas sonrió. Sabía que cada vez que alguien aprendía algo new sobre las estrellas, una nueva estrella nacería en el cielo. Y así, siguiendo la luz de su amiga y con el corazón lleno de sueños, Lucas siguió contando las estrellas, convirtiéndose en un faro de conocimiento y esperanza para todos los que lo rodeaban.
Y así, cada noche, mientras el universo se llenaba de luces nuevas, el pequeño niño que contaba estrellas también encendía la imaginación de quienes lo escuchaban, recordándoles que, al igual que las estrellas, siempre podían brillar.
Y así, desde entonces, cada vez que Lucas miraba al cielo, recordaba que su amistad con Estrella Brillante había hecho del mundo un lugar más luminoso.
Fin.
FIN.