El niño que encontró el camino
Había una vez un niño llamado Luis, quien era muy inteligente pero también muy impulsivo. Siempre estaba lleno de energía y no podía quedarse quieto por mucho tiempo.
Aunque su inteligencia era evidente, muchas veces sus acciones impulsivas lo metían en problemas. Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, Luis vio a un perro abandonado cerca del estanque. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia él para tratar de atraparlo y llevarlo a casa.
Pero el perro asustado salió corriendo y Luis lo persiguió sin preocuparse por su seguridad. Cuando finalmente alcanzó al perro, se dio cuenta de que había corrido tan lejos que ya no sabía cómo volver al parque. Estaba perdido.
Comenzó a sentir miedo y lágrimas empezaron a caer de sus ojos. En ese momento apareció un señor mayor que caminaba por el lugar. Se acercó a Luis y le preguntó qué le pasaba.
Entre sollozos, el niño le contó la historia del perro abandonado y cómo se había perdido tratando de ayudar. El señor sonrió amablemente y dijo: "Luis, eres un niño muy valiente por querer ayudar al perrito".
Luego sacó su teléfono celular y llamó al número que estaba escrito en la etiqueta del collar del perro perdido. Poco después llegaron los dueños del perro y abrazaron emocionados a su mascota desaparecida. Agradecieron profundamente a Luis por haberlo encontrado.
Desde ese día, Luis comenzó a darse cuenta de cómo sus acciones impulsivas podían tener consecuencias. Decidió que era hora de aprender a controlarse y pensar antes de actuar. Luis comenzó a practicar la paciencia y a tomar decisiones más reflexivas.
En lugar de actuar impulsivamente, se detenía por un momento y pensaba en las posibles consecuencias de sus acciones. Poco a poco, Luis fue demostrando a todos que era un niño adorable cuando lograba controlar sus impulsos.
Ayudaba a sus amigos, obedecía las reglas en clase y siempre pensaba antes de hablar o hacer algo. Sus padres estaban muy orgullosos de él y lo felicitaban por su crecimiento personal.
Su maestra también notó el cambio en su comportamiento y le dio una medalla especial por ser un ejemplo para los demás niños. Con el tiempo, Luis se convirtió en un modelo a seguir para otros niños que también luchaban con impulsividad.
Les mostró que si eran capaces de controlar sus acciones, podían convertirse en personas adorables como él.
Y así, Luis vivió feliz sabiendo que había aprendido una valiosa lección: la importancia del autocontrol y cómo eso podía cambiar no solo su vida sino también la vida de quienes lo rodeaban.
FIN.