El niño que le encantaba hablar con las estrellas y sin querer pidió un deseo
Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas, un niño llamado Tomás. Tomás era un soñador; cada noche, después de cenar, subía al techo de su casa con una manta, un termo de mate y su telescopio hecho a mano. Su pasatiempo favorito era observar las estrellas y hablar con ellas.
"¡Hola, estrellas!", decía Tomás mientras miraba a través de su telescopio. "¿Cómo están esta noche? Espero que estén tan brillantes como siempre. Si pudiera, les contaría todas mis aventuras."
Una noche especial, mientras Tomás contemplaba el cielo estrellado, no pudo evitar sentir un deseo profundo. Sin querer y en voz alta, dijo: "Ojalá pudiera viajar entre las estrellas y conocer a algunas de ellas."
En ese instante, un suave brillo iluminó el cielo, y de repente, una estrella muy brillante descendió, aterrizando cerca de él. "Hola, Tomás. Soy Estelita, una estrella viajera. Escuché tu deseo y he venido a ayudarte a hacerlo realidad."
Tomás no podía creerlo. Su deseo se había hecho realidad: ¡había conocido a una estrella!"¡Esto es increíble! ¿De verdad puedo viajar entre las estrellas?"
"Sí, pero hay algo importante que debes saber. Para que tu deseo se cumpla, tendrás que aprender a escuchar y a comprender a los demás. Viajar por el universo no es solo ver nuevos lugares, sino también conocer historias y cultivar amistades."
Tomás, emocionado, accedió a la petición de Estelita. La estrella le ofreció un viaje extraordinario por el cosmos. En un abrir y cerrar de ojos, Tomás subió a un cohete hecho de luz y comenzó su aventura estelar.
Su primer destino fue una estrella que giraba en torno a un planeta de cristal. Allí, conoció a Crystalia, una estrella experta en la fabricación de joyas brillantes. Crystalia le mostró cómo se hacen las joyas y le enseñó que cada pieza tiene una historia que contar.
"Cada joya representa momentos felices o tristes de quienes las llevan, Tomás. No olvides que la belleza interna es la que brilla más."
Continuaron su viaje y llegaron a un planeta donde las estrellas cantaban. Allí conoció a Melody, una estrella cantante que le enseñó la importancia de la música y de compartir su voz.
"La música puede unir corazones y hacer sentir felicidad, Tomás. Es importante expressar tus sentimientos y conectar con los demás a través de ella."
Un poco más lejos, Estelita y Tomás visitaron a Lumínica, una estrella que iluminaba el camino de los viajeros. Ella le enseñó sobre la importancia de la amistad y de estar siempre presente para los otros.
"Ser luz para otros es una gran responsabilidad, pero también trae muchas alegrías. Nunca olvides ayudar a quienes lo necesitan, Tomás."
Cada lección que aprendía estaba tejida en su corazón y, tras visitar varios mundos, se dio cuenta que su deseo inicial de viajar era solo una parte del gran universo. Aprendió que la verdadera aventura estaba en las relaciones y en cuidar de su entorno.
Finalmente, volvieron a la Tierra, y cuando Estelita estaba por marcharse, Tomás le dijo: "Gracias, Estelita. Aprendí mucho más de lo que esperaba. No solo viajé y descubrí cosas nuevas, sino que también entendí la importancia de escuchar y ayudar a los demás. Este deseo fue mucho más que solo viajar entre las estrellas."
"Te llevarás esos aprendizajes contigo, Tomás. Ahora, usa tus nuevas enseñanzas para iluminar el mundo a tu alrededor."
Y así, cada noche, Tomás continuó hablando con las estrellas desde el techo de su casa. Pero ya no solo esperaba contarles sus aventuras; también compartía las lecciones que había aprendido. Expresaba gratitud por cada estrella que iluminaba su camino, y así, se comprometió a hacer de su pequeño rincón del planeta un lugar lleno de luz y amistad.
Y así, Tomás se convirtió en un niño que no solo hablaba con las estrellas, sino que también dejó una estela de amor y amistad por donde quiera que iba.
FIN.