El niño que le gusta jugar en el jardín



Érase una vez, en un barrio lleno de colores y risas, un niño llamado Mateo. Era un niño curioso y lleno de energía que amaba pasar horas en su jardín. Tenía un jardín mágico, donde flores de todos los colores florecían y los árboles susurraban secretos al viento. Todos los días, después de hacer sus deberes, Mateo corría hacia su pequeño paraíso y comenzaba a jugar.

Un día, mientras estaba en su jardín, Mateo vio a un pequeño insecto que tropezaba entre las plantas.

- Hola, ¿qué te pasa? - preguntó Mateo, agachándose para verlo de cerca.

- No puedo encontrar mi camino a casa. Estoy perdido - dijo el insecto, que resultó ser una brillante luciérnaga.

- No te preocupes, yo te ayudaré. Vamos a buscar tu hogar juntos - dijo Mateo decidido.

Mateo y la luciérnaga, a quien decidió llamar Lila, comenzaron su búsqueda. Juntos exploraron cada rincón del jardín, conversando y aprendiendo sobre el mundo de los pequeños seres.

- Mira esa flor, ¿sabes de dónde viene? - preguntó Lila, señalando una deslumbrante margarita.

- ¡No! Cuéntame, ¿qué historia tiene? - se interesó Mateo.

- Esa flor es conocida por ser la casa de las mariposas. Ellas vienen aquí a descansar y reponerse - explicó Lila.

Mientras buscaban el hogar de Lila, empezó a oscurecerse. Las sombras de los árboles se alargaban y la brisa se hacía más fría.

- ¡Oh, no! ¿Y si no encontramos mi hogar antes de que anochezca? - exclamó Lila angustiada.

Mateo, sintiendo la preocupación de su amiga, pensó en cómo podrían resolver el problema. De repente, tuvo una idea:

- ¡Ya sé! Si encendemos una pequeña fogata, quizá alguien que pase vea la luz y pueda ayudar a traerte a casa - dijo Mateo con una gran sonrisa.

- ¡Esa es una gran idea! - respondió Lila emocionada.

Con mucha emoción, empezaron a recoger ramas secas y hojas. Mateo seguía las instrucciones que había oído en una serie de aventuras de camping y pronto, una pequeña llama iluminó el jardín. La luz era cálida y reconfortante.

Entonces, mientras miraban la fogata, un pájaro colorido se acercó, atraído por el fuego.

- Hola pequeños, ¿qué hacen aquí en la oscuridad? - preguntó el ave, alzando el pico hacia ellos.

- Estamos intentando encontrar el hogar de Lila antes de que anochezca - respondió Mateo.

- ¡Yo puedo ayudarte! Sé donde viven las luciérnagas. ¡Sigamos juntos! - dijo el pájaro, aleteando con entusiasmo.

- ¡Sí, por favor! - exclamó Lila, sintiéndose aliviada.

Mateo, Lila y el pájaro, a quien llamaron Pipo, se adentraron en la profundidad del jardín. Con las estrellas brillando sobre sus cabezas, el trío descubrió un hermoso claro lleno de luces titilantes.

- ¡Mira! - gritó Lila, llenándose de alegría. - ¡Ese es mi hogar!

Las luciérnagas danzaban en el aire, iluminando el lugar con un resplandor mágico. Lila se despidió de Mateo con lágrimas en los ojos.

- Gracias por ayudarme a encontrar mi camino. Eres un gran amigo - dijo Lila.

- ¡Nunca olvides que siempre puedes volver! - contestó Mateo, sintiéndose feliz por haber ayudado a su nueva amiga.

Mientras Lila se unía a su familia de luciérnagas, Mateo sonrió. Había aprendido mucho ese día sobre amistad, ayudar y la importancia de cuidar nuestro entorno. Cuando regresó a su hogar, tenía una historia increíble que contar.

A partir de ese día, todos los días después de hacer sus deberes, Mateo continuó jugando en su jardín y explorando, siempre en busca de nuevas aventuras y amigos. Y cada vez que miraba al cielo estrellado, sabía que Lila estaba iluminando la noche con su luz, recordándole que la amistad siempre perdura.

Y así, el niño que le gusta jugar en el jardín nunca dejó de aprender y de hacer amigos en su mágico rincón de la naturaleza.

FIN.

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