El niño que llegó a las estrellas
Había una vez un chico llamado Mateo, a quien le encantaba mirar las estrellas por las noches. Siempre soñaba con viajar al espacio y descubrir nuevos planetas.
Un día, mientras observaba el cielo, vio algo que parecía caer del espacio directamente hacia la tierra. Mateo se emocionó mucho y decidió ir en busca de lo que había caído. Corrió tan rápido como pudo hasta llegar al lugar donde cayó el objeto misterioso.
Para su sorpresa, encontró una pequeña nave espacial. Al acercarse, notó que dentro de la nave había un extraterrestre muy amigable llamado Zog. Zog era un ser verde con grandes ojos y antenas en su cabeza.
A pesar de ser diferente, Mateo no tuvo miedo y decidió entablar una conversación. "¡Hola! Mi nombre es Mateo, ¿y tú?"- dijo el niño con curiosidad. "¡Saludos! Soy Zog, vengo de otro planeta muy lejano"- respondió el extraterrestre con entusiasmo.
Mateo y Zog comenzaron a hablar sobre sus vidas y descubrieron que tenían muchas cosas en común. Ambos disfrutaban explorando nuevos lugares y aprendiendo cosas nuevas cada día.
Zog le contó a Mateo sobre los increíbles paisajes que había visto en otros planetas y cómo los habitantes de su planeta trabajaban juntos para cuidar su hogar cósmico. Esto inspiró a Mateo a pensar en formas en las cuales él podía ayudar a cuidar la Tierra también.
"¿Sabías que nuestra Tierra está llena de recursos naturales preciosos que debemos proteger?"- dijo Mateo con determinación. "¡Claro! Es muy importante cuidar nuestro hogar"- asintió Zog. Decidieron embarcarse en una misión para enseñar a las personas sobre la importancia de cuidar el planeta.
Juntos, organizaron actividades educativas en la escuela y difundieron mensajes positivos sobre reciclar, ahorrar agua y conservar energía. La comunidad se unió a su causa y pronto todos estaban tomando medidas para proteger el medio ambiente.
Los niños comenzaron a plantar árboles, los adultos empezaron a usar menos plástico y todos se comprometieron a mantener limpios los espacios públicos. Mateo y Zog estaban felices al ver cómo sus esfuerzos estaban dando resultados.
La Tierra estaba más limpia y las personas apreciaban aún más su hogar. Un día, cuando Mateo estaba mirando el cielo nuevamente, vio una nave espacial aproximándose. Era hora de que Zog regresara a su planeta. "¡No quiero irme!"- exclamó Mateo con tristeza.
"No te preocupes, mi amigo. Siempre estarás en mi corazón. Y recuerda: nunca dejes de soñar en grande"- dijo Zog mientras se despedía.
Mateo entendió que aunque Zog se iba, siempre tendría dentro de sí esa chispa aventurera que lo llevaría a descubrir nuevas cosas e inspirar a otros a cuidar del mundo en el que vivimos. Años después, Mateo cumplió su sueño de convertirse en astronauta y viajó al espacio exterior.
Pero nunca olvidó la lección que aprendió de Zog: el amor y cuidado por nuestro planeta es algo que siempre debemos llevar en nuestros corazones. Y así, Mateo continuó explorando el espacio, compartiendo su conocimiento y recordándole a todos la importancia de proteger nuestro hogar, la Tierra.
FIN.