El niño que llegó a las estrellas


Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, un niño llamado Tomás. Tomás era muy curioso y soñador, siempre imaginaba aventuras increíbles.

Un día, mientras miraba el cielo estrellado desde su ventana, se le ocurrió una idea emocionante: ¡viajar a la luna! Tomás sabía que no sería fácil llegar hasta allá arriba, pero estaba decidido a intentarlo. Así que comenzó a investigar sobre cohetes espaciales y astronautas en internet y libros de la biblioteca del pueblo.

Un día, mientras caminaba por el parque del pueblo con su perro Max, encontró una hoja volando con algo escrito en ella. La hoja decía: "Si quieres viajar a la luna, busca al señor Marcelo en el viejo observatorio".

Sin dudarlo ni un segundo, Tomás siguió las indicaciones de la hoja y llegó al viejo observatorio abandonado. Al entrar, se encontró con el señor Marcelo, un anciano amable y sabio que había sido astronauta en su juventud.

"¡Hola! Soy Tomás y quiero viajar a la luna", dijo emocionado. El señor Marcelo sonrió y le explicó que para llegar a la luna necesitaban construir un cohete espacial. Juntos empezaron a trabajar duro para hacer realidad ese sueño.

Días después, ya tenían todo listo: el cohete estaba terminado y preparado para despegar. El señor Marcelo sería el piloto y Tomás iría como pasajero especial. Llegó el gran día del despegue.

Con los motores encendidos y los trajes espaciales puestos, el cohete se elevó hacia el cielo. Tomás sentía una mezcla de emoción y nerviosismo mientras veía cómo la Tierra se alejaba cada vez más. "¡Estamos volando hacia la luna!", exclamó Tomás maravillado.

Pero cuando estaban a punto de llegar, algo inesperado sucedió. El motor del cohete falló y empezaron a caer en picada hacia la Tierra. Tomás y el señor Marcelo trataron de arreglarlo, pero parecía imposible.

Justo en ese momento, un grupo de astronautas argentinos que estaba en una misión cerca de allí los vio desde su nave espacial y decidió ayudarlos. Con su experiencia y conocimientos lograron reparar el motor del cohete a tiempo para evitar un desastre.

Finalmente, llegaron a la luna. Tomás salió del cohete y se quedó sin palabras al ver aquel paisaje lunar tan fascinante. Caminó por la superficie lunar junto al señor Marcelo, quien le contaba historias sobre sus aventuras como astronauta.

"Tomás, siempre recuerda que los sueños pueden hacerse realidad si nunca te rindes", dijo el señor Marcelo con una sonrisa. Tomás asintió con determinación y prometió seguir persiguiendo sus sueños sin importar lo difícil que puedan parecer.

Después de pasar un tiempo explorando la luna, Tomás y el señor Marcelo regresaron a casa satisfechos con su increíble aventura espacial.

El pueblo entero les dio una cálida bienvenida y todos los niños querían escuchar las historias de Tomás sobre su viaje a la luna. A partir de ese día, Tomás se convirtió en un ejemplo para todos los niños del pueblo. Les enseñó que con esfuerzo, perseverancia y ayuda de los demás, cualquier sueño puede hacerse realidad.

Y así, el pequeño Tomás inspiró a muchos otros niños a soñar en grande y nunca rendirse. Porque aunque no todos puedan viajar a la luna, siempre habrá nuevas aventuras esperando ser descubiertas.

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