El niño que no hizo su tarea y no pudo entrar a clases
Era un lunes soleado en la Escuela Primaria Arcoíris. Todos los chicos estaban emocionados por el regreso a clases después del fin de semana. Pero Facundo, un niño de diez años con una gran sonrisa, no sabía que su día estaría a punto de volverse muy difícil.
Facundo había pasado todo el fin de semana jugando al fútbol con sus amigos y se olvidó por completo de la tarea. Cuando llegó el momento de hacerla el domingo por la noche, había decidido que era más divertido jugar en el parque.
"¡Facundo, tenés que hacer la tarea!" –le recordó su mamá.
"¡No pasa nada, si total no es para tanto!" –respondió, riendo.
El lunes, Facundo se despertó con la sonrisa en el rostro, listo para un nuevo día. Sin embargo, cuando llegó a la escuela y escuchó a su maestra, la señorita Lila, dio un profundo suspiro al darse cuenta de lo que había olvidado.
"¡Buenos días, chicos! Hoy recolectaremos las tareas de historia. Asegúrense de entregarlas a tiempo" –anunció la señorita Lila, mientras observaba a los estudiantes con su mirada alegre pero firme.
Facundo sintió que su corazón se hundía en su pecho.
"¡Oh, no!" –exclamó su compañero Nahuel, mirándolo fijamente.
"¿No hiciste la tarea?" –preguntó con una mezcla de asombro y preocupación.
"No, no pude. Jugué todo el fin de semana" –respondió Facundo, avergonzado.
El día continuó y, cuando llegó el momento de entregar la tarea, Facundo se sintió aún más nervioso. La señorita Lila percibió que algo no andaba bien.
"Facundo, ¿ya trajiste tu tarea?" –le preguntó con suavidad.
"No, maestra. No la hice" –respondió él, mirando al suelo.
"Entonces, no podrás participar en la clase de hoy", anunció la maestra, con un tono comprensivo pero firme.
Facundo se sintió triste.
"¡Eso no es justo!" –gritó. –"¡Es solo historia!"
"La tarea es importante, Facundo. Te ayuda a aprender y a prepararte para el futuro" –le explicó la maestra.
Con el alma pesada, Facundo salió del aula junto a Nahuel, quien lo seguía con curiosidad.
"¿Qué vas a hacer ahora?" –preguntó Nahuel.
"No sé. Estoy muy enojado conmigo mismo. Solo quería jugar" –contestó.
Nahuel pensó un momento y le dijo:
"Podrías intentar hablar con la señorita Lila. Tal vez te entienda".
Facundo dudó, pero aceptó la sugerencia de su amigo. Regresó a la clase y, con valentía, se acercó a la maestra.
"Señorita Lila, ¿puedo hablar con usted un momento?" –preguntó con un hilo de voz.
"Por supuesto, Facundo" –respondió la maestra, amablemente.
Facundo le explicó que había estado tan distraído jugando que dejó de lado sus responsabilidades.
"Prometo que nunca más lo haré. Aprendí mi lección" –dijo, con sinceridad en su mirada.
La señorita Lila sonrió, reconociendo el esfuerzo que estaba haciendo.
"Entiendo que los juegos son importantes, Facundo. Pero también lo es la disciplina y el compromiso. Te daré una segunda oportunidad. Puedes entregarme la tarea mañana".
Facundo, aliviado y agradecido, salió corriendo del aula, con una gran sonrisa.
"¡Gracias, señorita Lila! No lo voy a decepcionar".
Esa tarde, Facundo se sentó en su escritorio y se concentró en hacer la tarea de historia. La historia de los antiguos romanos. Durante horas, escribió y dibujó mientras repasaba los conceptos.
Al día siguiente, llegó a la escuela con su tarea bien hecha y la entregó a la señorita Lila.
"¡Aquí está!" –dijo, sintiéndose orgulloso.
"Excelente trabajo, Facundo. Estoy muy contenta de que hayas aprovechado esta oportunidad" –respondió la maestra, sonriendo.
A partir de ese día, Facundo aprendió que, aunque la diversión es importante, las responsabilidades también cuentan. Desde entonces, disfrutó de jugar con sus amigos, pero siempre recordando hacer su tarea primero.
"¡Nunca más dejaré que eso me pase!" –se prometió a sí mismo.
Y así, Facundo se convirtió en un niño más responsable, demostrando que uno puede divertirse y también cumplir con sus deberes.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.