El niño que no iba al colegio



Había una vez en un pequeño pueblo un niño llamado Tomás. A diferencia de los otros chicos de su edad, Tomás no iba al colegio. Siempre se quedaba en casa jugando con sus juguetes, explorando el jardín o montando en su bicicleta. Sus amigos le decían:

"Tomás, ven a jugar con nosotros a la plaza!"

"No puedo, hoy tengo que construir un fuerte con almohadas" - respondía Tomás, emocionado con su nuevo proyecto.

Un día, sus amigos decidieron invitarlo a una competencia de talentos en el colegio.

"Tomás, tenés que venir. ¡Habrá magia, música y concursos!" - dijo Sofía, su mejor amiga.

"Pero yo nunca voy al colegio. ¿Qué podría hacer?" - contestó Tomás, con la cabeza gacha.

Sin embargo, la idea de participar en el concurso le picó la curiosidad. Así que, al día siguiente, decidió intentar aprender algo nuevo. Se sentó en su rincón favorito con un libro de magia que había guardado en su estantería.

"¡Por fin voy a aprender a hacer un truco!" - pensó, entusiasmado.

Después de varias horas de ensayo y errores, Tomás finalmente dominó un trucazo: hacer desaparecer una moneda. El día de la competencia, cuando llegó al colegio con su mejor disfraz de mago, se sintió nervioso pero emocionado.

Al entrar al aula, se dio cuenta de que todos los chicos estaban ansiosos por mostrar sus talentos. Algunos cantaban, otros bailaban, y Sofía estaba lista para hacer una actuación de teatro.

"Tomás, ¡sos el mágico!" - gritó un compañero.

"¿Y si no les gusta?" - replicó Tomás, inseguro.

"¡Nos va a encantar!" - animó Sofía.

Finalmente, llegó su turno. Con un nudo en la garganta, subió al escenario.

"Hola, yo soy Tomás y voy a hacer un truco de magia. ¡Atención!"

Con la voz un poco temblorosa, realizó su truco, y cuando hizo desaparecer la moneda, el aula estalló en aplausos.

"¡Increíble, Tomás!" - aclamaron los chicos.

"¡Sos un genio!" - le dijo Sofía, sonriendo.

A partir de ese día, Tomás comenzó a ver el colegio de otra manera.

"Tal vez aprender no es tan aburrido como pensaba" - reflexionó. Cada vez que sus amigos lo invitaban, él estaba listo, ya no como un niño que se quedaba en casa, sino como un aventurero en busca de nuevos conocimientos.

Incluso comenzó a leer más y a pedirle a su mamá que le ayudara con las tareas.

"¿Vamos a aprender sobre los planetas hoy?" - preguntó un día.

"¡Claro! Hoy aprenderemos sobre el espacio y sus maravillas!" - respondió su mamá, feliz de ver a su hijo tan interesado.

Con el tiempo, Tomás se convirtió en un niño que le encantaba la escuela y había aprendido que el aprendizaje podía ser tan divertido como jugar. Descubrió que, si bien tenía su propio estilo de aprender, había un mundo de ideas brillantes y amigos listos para compartir sus talentos.

Un día, se subió a la bicicleta y salió a invitar a otros niños a unirse a su aventura.

"¡Chicos! ¡Vengan a jugar e investigar conmigo! Podemos aprender sobre el cielo y hacer experimentos!"

Pero esta vez no solo era él quien quería jugar, sino que al enterarse de sus nuevas ocurrencias, todos estaban emocionados por unirse a la aventura de la educación.

Y así, Tomás, el niño que no iba al colegio, se convirtió en un pequeño explorador del conocimiento. Aprendió que cada día podía ser una nueva aventura, llena de magia y sorpresas, y que siempre había algo nuevo por descubrir.

Desde entonces, no solo fue un mago en el escenario, sino un verdadero mago del conocimiento, creando ilusiones de nuevas ideas cada día. Y así vivieron felices, en una búsqueda constante por aprender algo nuevo cada día.

FIN.

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