El niño que no le gustaba ir a la escuela



Había una vez un niño llamado Lucas. A Lucas no le gustaba nada ir a la escuela. Cada mañana, mientras su mamá lo despertaba, él se tapaba la cabeza con la manta y decía:

"¡No quiero ir, mamá!"

Pero su mamá, que era muy persuasiva, siempre respondía:

"Vamos, Lucas. La escuela es un lugar divertido. ¡Te espera tu amigo Tomás!"

Lucas arrugaba la cara. A pesar de que Tomás siempre le contaba historias divertidas, el niño no lograba entusiasmarse.

Un día, mientras Lucas se negaba a preparar su mochila, se le ocurrió una idea. Podría inventar una máquina que lo transportara lejos de la escuela. Así, pensó, nunca tendría que ir de nuevo. Pasó toda la tarde dibujando planos y usando materiales reciclados.

Tres días después, el día de su gran invento llegó. Lucas, con su "máquina del tiempo" hecha de cartón y algunos botones viejos, se sentó en el patio y gritó:

"¡Transportarme a la ciudad de la diversión!"

Y, para sorpresa de Lucas, su hermano menor, Mateo, lo miró con ojos grandes.

"¿Funciona de verdad?"

Lucas, emocionado, respondió:

"¡Claroo! Solo hay que apretar un botón y ¡pum!"

Pero en vez de llevarlo a un lugar mágico, Mateo solo lo miró y dijo:

"Me parece que necesitas un poco de ayuda con tu invento. ¿No hay una manera de hacer que la escuela sea más divertida?"

Eso hizo que Lucas se detuviera a pensar. ¿Cómo podría hacer que la escuela fuera más emocionante? Esa noche, mientras dormía, se le ocurrió un plan.

Al día siguiente, decidió hablar con su maestro, la señorita Julia. En el recreo, se acercó a ella y le dijo:

"Señorita, ¿podemos tener una semana temática de juegos en la escuela?"

La señorita Julia, sorprendida y encantada con la idea, le preguntó:

"¿Y qué tipo de juegos?"

Lucas explicó:

"Podemos aprender matemáticas con juegos de mesa y literatura actuando cuentos. ¡Podremos tener un día de deportes!"

La señorita Julia sonrió y respondió:

"Me parece una idea maravillosa, Lucas. Haremos una reunión con toda la clase. ¿Te gustaría ser el encargado de organizarlo?"

Lucas sintió como si un rayo de emoción le atravesara el corazón. Por primera vez, la idea de ir a la escuela ya no le parecía tan mal. Y así, durante esa semana, Lucas y su compañero Tomás organizaron juegos y actividades. Los otros alumnos se sumaron con entusiasmo, y las risas y la diversión llenaron cada rincón del aula. Lucas comenzó a darse cuenta de que aprender podía ser divertido.

El último día, después de que todos se disfrazaron y actuaron cuentos en la clase, la señorita Julia se acercó a Lucas y le dijo:

"Estoy muy orgullosa de ti, Lucas. Has hecho que todos disfruten mucho más de la escuela. ¿Qué te parece si hacemos esto una vez por mes?"

Lucas sonrió y contestó:

"¡Sí! Ahora entiendo que la escuela puede ser divertida si todos colaboramos. No quiero faltar a ninguna clase. Ahora me doy cuenta de que aprender y jugar pueden ir de la mano."

Y desde entonces, Lucas fue conocido como el niño que transformó la escuela en un lugar emocionante. No solo disfrutaba de cada día de clases, sino que también aprendió algo valioso: a veces, cambiar nuestra perspectiva puede hacer que las cosas sean mucho más agradables.

Así, Lucas dejó de lado su máquina del tiempo de cartón y se enfocó en crear nuevas aventuras en la escuela, junto a sus amigos. Y así, vivieron felices, aprendiendo y jugando, todos los días de la semana.

FIN.

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