El Niño que No Quería Recordar



Había una vez un niño llamado Lucas que vivía en un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y cielos azules. Lucas era un niño alegre, pero había algo que siempre lo preocupaba: había momentos de su vida que prefería no recordar. No le gustaban esas memorias tristes, así que decidió que lo mejor era olvidarlas por completo.

Un día, mientras paseaba por el bosque, Lucas se topó con un misterioso mago llamado Miro. Miro tenía una larga barba blanca y ojos brillantes que destellaban como estrellas.

"Hola, pequeño. ¿Por qué luces tan triste?" - preguntó Miro.

Lucas dudó, pero finalmente se decidió a contarle su problema.

"No quiero recordar cosas que me hacen sentir mal. Así que he decidido olvidarlas por completo" - dijo Lucas, con la cabeza gacha.

Miro sonrió amable y le dijo:

"Olvidar no siempre es la solución, Lucas. A veces, las memorias son como los colores de un cuadro. Sin ellos, la vida sería muy aburrida. ¿Qué te parece si hacemos un trato?"

Intrigado, Lucas escuchó lo que Miro tenía en mente.

"Te llevaré a un lugar mágico donde podrás ver cómo las memorias pueden enseñarte lecciones valiosas. Pero debes estar dispuesto a recordar, aunque sea un poquito. ¿Aceptas?"

Lucas, emocionado, asintió con la cabeza y Miro agitó su varita. En un abrir y cerrar de ojos, se encontraron en un bosque luminoso lleno de árboles que susurraban secretos y flores que reían al sol.

"Este es el Jardín de los Recuerdos" - explicó Miro. "Aquí cada planta representa un recuerdo, cada color un sentimiento".

Lucas se acercó a un árbol con hojas doradas.

"¿Qué significa este árbol?" - preguntó.

Miro sonrió de nuevo.

"Este árbol guarda tus momentos felices. Recuerdos de tus risas y juegos con tus amigos".

Lucas miró el árbol y recordó un día en que había montado en bici con su mejor amigo. Una sonrisa se dibujó en su rostro.

"¿Y ese árbol?" - señaló a uno con hojas azuladas.

"Ese tiene tus tristezas. Pero a veces, las tristezas también traen enseñanzas. ¿Recuerdas aquella fibra hecha de tristeza?" - dijo Miro.

Lucas apretó los labios.

"Sí… fue cuando me peleé con Mateo, mi amigo".

"Exacto. Pero, ¿te hiciste más fuerte al superar esa pelea?" - preguntó Miro.

Lucas reflexionó. Finalmente asintió.

"Sí, aprendí a pedir perdón".

Miro asintió. La luz del bosque pareció brillar un poco más.

"¿Ves? Sin esos recuerdos, no serías el mismo. Cada experiencia es una parte de ti".

Pero de repente, el viento sopló fuerte y las hojas comenzaron a caer.

"¿Qué está pasando?" - preguntó Lucas, preocupado.

"Debes recordar que no todos los recuerdos son fáciles. Pero, sin ellos, no puedes crecer" - dijo Miro mientras las hojas caían.

Lucas sintió que algo en su corazón se movía. En un instante, comprendió que enfrentar lo que había querido olvidar era su única manera de avanzar.

"¡Está bien! Quiero recordar, aunque duela" - exclamó.

Miro sonrió y levantó su varita. Las hojas cayeron lentamente, y en lugar de tristeza, Lucas comenzó a sentir una cálida luz en su corazón. Se dio cuenta de que cada recuerdo, ya sea bueno o malo, era una lección de vida.

"Gracias, Miro. Aprendí que recordar no es solo dolor, sino también fuerza" - dijo Lucas, decidido.

"Exactamente, querido amigo. Ahora, empecemos a plantar nuevos recuerdos juntos" - respondió Miro.

Y así, Lucas y el mago Miro empezaron a crear más recuerdos felices en el Jardín de los Recuerdos, donde cada risita y cada paso lo llevaban a descubrir lo bello que era vivir, recordando cada emoción y superando cada desafío.

Desde aquel día, Lucas ya no temía los recuerdos. En su corazón, había aprendido a aceptar las tristezas junto a las alegrías, convirtiéndose en un niño más sabio y feliz. Y cada vez que visitaba el bosque, se aseguraba de recordar todo lo que había aprendido en su aventura mágica con Miro.

Fin.

FIN.

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