El Niño que Quería Descansar Más de un Día
Había una vez un niño llamado Lucas que vivía en un tranquilo vecindario de Buenos Aires. Lucas era un niño muy activo: le encantaba correr, jugar al fútbol, dibujar y hacer nuevos amigos. Sin embargo, había algo curioso sobre él: siempre tenía ganas de descansar un poquito más.
Un día, después de una semana llena de actividades, Lucas sintió que necesitaba un descanso. "Mamá, creo que hoy quiero quedarme en casa y no hacer nada,"- le dijo mientras se acomodaba en el sillón.
"Está bien, Lucas. Pero un día de descanso no tiene que ser igual a un día de aburrimiento,"- respondió su madre con una sonrisa.
Lucas se acomodó con su almohada favorita, un panda de peluche, y pensó en qué haría ese día. "Quizás dibuje o lea un libro... o simplemente mire las nubes desde mi ventana,"- pensó.
Así que, ese sábado, Lucas se dedicó a descansar. Pero al segundo día, sintió que el tiempo pasaba muy despacio. "Me gustaría hacer algo, pero no quiero salir a jugar. No estoy listo para eso aun..."- se dijo a sí mismo.
En un momento de inspiración, decidió que podría hacer una búsqueda del tesoro dentro de su casa. "¡Eureka! ¡Voy a buscar objetos que me hagan recordar aventuras increíbles!"- exclamó emocionado.
Lucas comenzó a explorar su casa, encontrando juguetes olvidados, libros de cuentos, y hasta una caja con fotos de vacaciones. Cada objeto traía a su mente recuerdos llenos de risas y alegría.
Un tiempo después, mientras revisaba una caja de juegos, Lucas encontró un viejo rompecabezas. "¡Este es el rompecabezas de la playa de Mar del Plata!"- dijo, mientras echaba una mirada nostálgica.
Decidió armarlo, pero pronto se dio cuenta de que faltaban algunas piezas. "¡Ay no! ¿Dónde estarán las piezas perdidas?"- cerró los ojos, imaginando que las piezas podrían estar escondidas en los rincones más inesperados de su casa.
Aventurándose, comenzó a mirar en todos lados. Abrió el armario de los zapatos, miró bajo la cama de sus padres y hasta revisó dentro de la heladera (por la duda). En su búsqueda encontró cosas divertidas, como una bota de su hermano que olvidó. "¡¿Qué haces aquí? !"- se rió Lucas.
Finalmente, después de horas de búsqueda, Lucas se sintió un poco cansado pero feliz de recordar tantos momentos y descubrir cosas olvidadas. Aunque no encontró las piezas, su corazón estaba lleno de alegría.
El tercer día se sintió un poco más animado. No quería salir corriendo, pero sí quería disfrutar del aire fresco. Así que decidió que podía hacer un picnic en el jardín. Preparó un montón de cosas ricas con su mamá, y al salir a la luz del sol, miró el cielo azul y se sintió afortunado. "¡Esto será genial!"- exclamó mientras ponía la manta sobre el césped.
Cuando empezó a comer, se le unieron sus amigos, Ana y Tomás. "¡Hola, Lucas! ¿Qué haces aquí solo?"- dijo Ana.
"¡Estoy de picnic! ¿Quieren unirse?"- respondió Lucas con una gran sonrisa.
Así, sus amigos se sentaron con él y compartieron risas y delicias mientras disfrutaban del hermoso día. La felicidad de sus amigos le hizo sentir que el descanso también se podía compartir.
La semana pasó y Lucas aprendió que está bien descansar, pero también es importante un poco de acción, diversión y risas. "A veces, un día de descanso puede llevar a aventuras inesperadas"- pensó mientras se despedía de sus amigos.
Desde entonces, Lucas siempre incorporaba algún descanso en su vida, pero se aseguraba de que sus días tuvieran un poco de magia de aventura. Porque comprender que el descanso no es solo no hacer nada, sino también recordar cosas hermosas, jugar y disfrutar con quienes amamos, fue la mejor lección que pudo haber aprendido.
Y así fue como Lucas, el niño que quería descansar más de un día, nunca volvió a ver un día como un simple descanso, sino como una oportunidad para descubrir nuevas aventuras, tanto dentro como fuera de casa.
Fin.
FIN.