El Niño que Quería Ser Robot



Había una vez un niño llamado Lucas que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos. Desde muy temprano, Lucas se sentía fascinado por todo lo que podía hacer la tecnología. No había día en que no se pasara horas mirando videos sobre robots, soñando con poder ser uno de ellos.

Un día, mientras caminaba por el parque, vio una enorme feria de tecnología. Sus ojos brillaron al ver las luces y los robots dando vueltas por allí.

- ¡Mirá eso, mamá! - gritó Lucas, mientras tironeaba de la mano de su madre. - ¡Quiero verlos de cerca!

La madre sonrió y lo llevó hacia la feria. Cuando llegaron, Lucas quedó boquiabierto al ver a un robot bailar, otro resolver un cubo Rubik y uno más hasta servir limonadas.

- ¡Son increíbles! - dijo Lucas con emoción.

De pronto, un cartel atrajo su atención: "Concurso de Inven­ciones Robóticas para Niños". Lucas se quedó pensando y, decidido, dijo:

- ¡Quiero participar!

Su madre lo miró con una mezcla de sorpresa y orgullo.

- Eso suena genial, Lucas, pero... ¿tienes algún plan?

Lucas hizo una pausa. No sabía mucho sobre robótica, pero su pasión lo impulsaba. Así que, desde ese día, se dedicó a aprender todo lo que podía. Pronto comenzó a leer libros, ver tutoriales en línea y a experimentar con piezas de robots que le daba su papá.

Se pasaba las tardes en su habitación, rodeado de tornillos y circuitos, pero a veces se frustraba.

- ¡No puede ser! - exclamó un día Lucas. - ¡Por más que lo intento, no funciona como quiero!

Justo entonces, su abuelita entró en la habitación.

- ¿Qué te pasa, mi amor? - preguntó.

- Estoy intentando armar un robot, pero no me sale.

- A veces, las cosas no funcionan a la primera - dijo la abuela. - ¿Sabías que hasta los grandes inventores cometieron errores?

Lucas se quedó pensando.

- ¿Cómo cuáles?

- Bueno, Thomas Edison, el que inventó la bombita, hizo miles de pruebas antes de lograrlo. Y cada error lo llevó un paso más cerca del éxito.

Eso hizo que Lucas se sintiera mejor. Decidió seguir intentándolo y, tras muchos días de ensayo y error, logró armar un pequeño robot que podía moverse y hacer sonidos.

- ¡Lo logré, abuela! - dijo Lucas, mientras hacía funcionar a su robot.

El gran día del concurso llegó. En la feria, estaba muy nervioso.

- ¡Mirá todos esos robots! - le dijo su amigo Juan, que también participaba.

- Sí, pero creo que nosotros tenemos una buena oportunidad - respondió Lucas, motivándose.

Cuando llegó su turno, Lucas presentó su robot ante el jurado.

- Mi robot se llama —"Robbie"  - dijo mientras lo hacía moverse. - Puede moverse y hacer sonidos.

La presentación fue bien recibida, pero había muchos otros robots impresionantes. Al final del concurso, el jurado empezó a dar los resultados.

Lucas estaba casi sin aliento.

- Y el segundo lugar es para... ¡Juan y su robot! - gritaron.

Los aplausos resonaron y Lucas sintió que su corazón latía rápido.

- ¡Vamos, Lucas! - animó su madre.

Y por fin, el jurado dijo:

- Y el primer lugar es para... ¡Lucas y Robbie!

La alegría invadió a Lucas.

- ¡Lo logramos, Robbie! - gritó.

Todos aplaudieron y Lucas sintió que había cumplido su sueño. Sin embargo, mientras recibía su premio, se dio cuenta de que lo más importante no era ganar, sino todo lo que había aprendido.

- ¡Esto es solo el comienzo! - pensó.

Desde ese día, Lucas siguió trabajando en sus proyectos de robótica, creando no solo robots, sino también un nuevo modo de ver el mundo: con curiosidad, determinación y la certeza de que los errores son parte del camino hacia el éxito.

Y así, el niño que quería ser robot se convirtió en un gran inventor que aspiraba a cambiar el mundo con su imaginación.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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