El niño que se alimentaba de pesadillas


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, un niño llamado Mateo. Mateo era un niño muy especial, ya que tenía la habilidad de alimentarse de las pesadillas de las personas.

A diferencia de otros niños, a Mateo no le asustaban las pesadillas, sino que les encontraba utilidad. Las pesadillas le proporcionaban energía para superar sus propios miedos y ayudar a los demás.

-Un día, Mateo se encontró con Emma, una niña que sufría de terribles pesadillas todas las noches. Mateo decidió ayudarla, ya que sabía que su energía era necesaria para alimentarse. "Hola, Emma. He venido a ayudarte a superar tus pesadillas", dijo Mateo.

Emma lo miró sorprendida, sin comprender cómo alguien podría ayudarla con algo tan aterrador. "¿Cómo vas a hacer eso?", preguntó Emma con cierto escepticismo. "Yo tengo el poder de alimentarme de las pesadillas, y al hacerlo, puedo convertirlas en energía positiva.

De esta forma, no solo te ayudaré a superar tus miedos, sino que también me estaré alimentando para fortalecerme", explicó Mateo. Emma, un poco asustada pero curiosa, decidió darle una oportunidad a Mateo.

Esa noche, Mateo se sentó al lado de la cama de Emma y le pidió que le contara su peor pesadilla. Emma titubeó al principio, pero empezó a relatar el terror que sentía cada noche al soñar con monstruos bajo su cama.

Mateo escuchó atentamente y, al terminar, cerró los ojos y concentró su energía para absorber la pesadilla de Emma. Al hacerlo, las sombras que atormentaban a Emma desaparecieron, y en su lugar, una luz cálida y reconfortante llenó la habitación.

Emma se sintió aliviada y agradecida, mientras que Mateo sonreía satisfecho por haber ayudado a su nueva amiga. Con el tiempo, Mateo se convirtió en el protector de Villa Esperanza, ayudando a todos los niños y niñas a superar sus pesadillas y convirtiéndolas en energía positiva.

Descubrió que su don no solo le servía a él, sino que también podía hacer del mundo un lugar mejor. Desde entonces, Mateo y Emma se convirtieron en grandes amigos, y juntos, lograron que Villa Esperanza fuera un lugar donde los miedos se convertían en esperanza.

Y así, el niño que se alimentaba de pesadillas demostró que incluso lo más aterrador puede convertirse en algo hermoso.

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