El niño que se convirtió en la estrella



Había una vez un niño llamado Mateo, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. A Mateo le encantaba mirar el cielo por la noche y contar las estrellas. Soñaba con convertirse en un gran artista y brillar como una estrella en el escenario. Sin embargo, en su escuela, siempre creyó que no tenía talento. Sus compañeros lo llamaban "el chico que sólo canta en la ducha".

Un día, mientras Mateo estaba en el jardín de su casa, escuchó a un grupo de niños riendo y cantando en la plaza del pueblo. Curioso, se acercó y vio a sus compañeros ensayando para una obra de teatro que iban a presentar en las fiestas del pueblo.

"Hola, Mateo, ¿querés venir a vernos?" - le dijo Julia, una de sus compañeras.

"No, gracias. No tengo voz para eso" - respondió Mateo, sintiéndose inseguro.

Julia lo miró con una gran sonrisa y le dijo:

"Todos pueden brillar. Sólo necesitas intentarlo y practicar. ¿Por qué no te unes a nosotros?"

Mateo dudó, pero algo en la voz de Julia lo animó a probar.

Al día siguiente, decidió ir a ver los ensayos. Allí conoció a Lucas, el director de la obra, quien le dijo:

"Mateo, tenés una gran imaginación. Si querés, podés ayudarme con la escenografía."

Mateo aceptó con entusiasmo y comenzó a diseñar y pintar los decorados. Mientras trabajaba, escuchaba a sus compañeros cantar y reír, y comenzó a sentirse parte de algo especial.

Pasaron los días y la fecha de la presentación se acercaba. Un día, Mateo se dio cuenta de que les faltaba un intérprete para uno de los personajes principales. Sin pensarlo dos veces, Julia le dijo:

"Mateo, seria increíble que fueras tú quien interprete este papel. Tenés una gran creatividad. ¡Podés hacerlo!"

Mateo sintió un nudo en el estómago.

"Yo.. no sé si puedo. ¿Y si me equivoqué?" - contestó nervioso.

"Todos se equivocan a veces. Lo importante es intentarlo. Además, estaré a tu lado para apoyarte" - replicó Julia con confianza.

La noche de la presentación llegó y el teatro estaba lleno. Mateo estaba muy nervioso, pero las palabras de Julia resonaban en su mente. Se iluminó con una gran sonrisa y, cuando llegó su turno, subió al escenario. Su corazón palpitaba con fuerza.

Al comenzar a actuar, sus miedos desaparecieron. Saltó, bailó y sobre todo, se divirtió. La multitud lo vitoreaba y su energía era contagiosa. Al finalizar la obra, el aplauso fue ensordecedor. Mateo sintió que, por primera vez, brillaba como una estrella.

Después de la función, Lucas lo felicitó:

"Mateo, ¡fuiste increíble! Te necesitamos para la próxima obra!"

Mateo sonrió, sintiendo que había encontrado su lugar. Nunca imaginó que su amor por las estrellas podría llevarlo tan lejos.

Al pasar los días, se dio cuenta de que no solo había descifrado su talento. También había forjado amistades sólidas y aprendido a creer en sí mismo.

Finalmente, en una tarde iluminada por el sol, Mateo se sentó en la cima de una montaña y miró hacia el cielo. Sabía que las estrellas brillaban, pero ahora también sabía que él había encontrado su propia luz, no solo en el escenario, sino dentro de su corazón.

Desde ese día, Mateo continuó practicando, explorando y compartiendo su arte, siempre recordando que todos pueden convertirse en estrellas si se atrevan a brillar.

FIN.

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