El niño que soñaba con las estrellas
Había una vez un niño llamado Tomás, a quien le encantaba mirar las estrellas. Todas las noches, antes de irse a dormir, se asomaba por la ventana de su habitación y pasaba un ratito contemplando el cielo. Un día, su abuelita le contó que cada estrella representaba un deseo que podía pedir. Desde ese momento, Tomás no podía esperar a la noche para pedir sus deseos.
Un hermoso verano, una noche de luna llena, algo extraordinario sucedió. Mientras Tomás observaba las estrellas, una de ellas parpadeó intensamente. Sorprendido, se concentró en ella y de repente escuchó una vocecita que le decía: "Soy Estrellita, la guardiana de los sueños. He venido para concederte un deseo especial".
Tomás no podía creerlo, pero decidió pedir un deseo maravilloso: quería convertirse en un gran explorador que viajara por el espacio. Estrellita sonrió y le dijo que su deseo sería concedido, pero con una sola condición: debía estudiar mucho y esforzarse para alcanzar sus sueños.
A partir de esa noche, Tomás se propuso estudiar todo sobre el universo: desde los planetas hasta las constelaciones. Leía tanto que su mamá bromeaba diciendo que hasta en sueños hablaba de estrellas. A medida que crecía, su amor por la astronomía no hacía más que aumentar, y su deseo de viajar por el espacio se convertía en una meta cada vez más fuerte.
Finalmente, llegó el día en que Tomás se convirtió en un astronauta. Subió a bordo de una nave espacial y emprendió el viaje que siempre había soñado. Flotó entre las estrellas, contempló la Tierra desde el espacio y comprendió la inmensidad del universo. Durante su misión, se dio cuenta de que, aunque alcanzar las estrellas era emocionante, lo más importante era disfrutar el camino para llegar hasta allí.
El niño que se despertaba de noche un ratito a ver las estrellas, había logrado cumplir su mayor sueño. Pero lo más importante, entendió que el amor por aquello que nos apasiona y el esfuerzo por alcanzarlo son la verdadera llave para alcanzar las estrellas. Y cada noche, cuando miraba al cielo, recordaba que incluso en la oscuridad más profunda, siempre hay una estrella brillando con fuerza.
FIN.