El niño que soñaba con ser crack



En un pequeño barrio de Buenos Aires, había un niño llamado Lucas que tenía una gran pasión: el fútbol. Desde que tenía uso de razón, soñaba con ser un jugador profesional. Todos los días después de la escuela, corría al parque con su pelota de fútbol para practicar.

"¡Lucas, ven a jugar!" - lo llamaban sus amigos, pero él siempre decía: "Un ratito más, estoy practicando mi tiro libre."

Un día, mientras practicaba, se encontró con un grupo de chicos más grandes que organizaban un partido. Era la oportunidad que tanto esperaba. Con timidez, se acercó y les dijo: "¿Puedo jugar con ustedes?"

Los chicos lo miraron de arriba a abajo. "¿Y qué sabés hacer?" - preguntó uno de los más grandotes. "Puedo chutar bien y tengo buena resistencia" - respondió Lucas, con un poco de nervios.

Decidieron darle una oportunidad. Al principio, Lucas se sintió un poco perdido entre tanto talento. Pero cuando le llegó el balón, recordó todos los entrenamientos en el parque. Con un excelente drible, logró pasar a varios jugadores y marcó un gol. Todos gritaron de alegría. "¡Bien, pibe!"

Sin embargo, después de ese partido, algo cambió. Lucas comenzó a sentirse inseguro y compararse con los otros chicos. "No tengo el mismo nivel que ellos" - pensaba, esto lo frustraba y, en lugar de seguir practicando, empezó a dudar de sí mismo.

Al día siguiente, se sentó en un rincón del parque y se quedó mirando el balón sin ganas de jugar. Justo en ese momento, se le acercó su amigo Julián. "¿Qué te pasa, Lucas? Te veo triste."

"No soy lo suficientemente bueno para jugar con ellos, creo que debería dejarlo" - respondió Lucas con la voz baja.

Julián lo miró con seriedad y le dijo: "Mirá, todos los grandes jugadores empezaron desde abajo. Lo importante es disfrutar el juego y seguir mejorando. No se trata de ser el mejor, sino de dar lo mejor de uno mismo."

Lucas reflexionó sobre esto. "Tenés razón, Julián, voy a seguir practicando y disfrutar del juego."

Decidido a no rendirse, volvió a entrenar con más ganas. Practicó diferentes técnicas, mejoró su juego en equipo y, sobre todo, comenzó a divertirse de nuevo. Poco a poco, fue ganando confianza y acercándose más a los chicos del partido.

Unos días después, se organizaron unos amistosos en el barrio. Lucas se animó a participar de nuevo. Al llegar al parque, vio a todos los chicos jugando felices. "Quiero jugar también, ¿me dejan?" - preguntó.

Los chicos se miraron y, esta vez, estaban felices de tenerlo en el equipo. "¡Claro, Lucas! ¡Vamos!"

El partido fue emocionante. Al final del encuentro, su equipo ganó y para Lucas fue un momento inolvidable. "¡Lo hicimos!" - gritó, corriendo con sus amigos.

Esa noche, mientras se preparaba para dormir, reflexionó sobre su camino. Había aprendido a no compararse con los demás y a valorar el esfuerzo. Lucas se dio cuenta de que lo más importante no era ser el mejor jugador, sino disfrutar del fútbol y la amistad que había encontrado en el camino.

Y así, el niño que amaba el fútbol continuó soñando, entrenando y, sobre todo, jugando, convirtiéndose en un inspiración para todos los que le rodeaban.

Desde ese día, Lucas nunca dejó de perseguir su sueño, y aunque sabía que ser un crack no sería fácil, estaba listo para invertirle todo su corazón.

FIN.

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