El niño que transformó las imágenes



Había una vez en un pequeño pueblo un niño llamado Tomás, que tenía una peculiaridad: le encantaba hacer dibujos y tomar fotos de todo lo que veía. Sin embargo, a Tomás no le bastaba con disfrutar de sus creaciones en privado; él quería compartirlas con el mundo. Pero, de un modo que no esperaba, sus imágenes se convirtieron en una verdadera molestia para sus amigos y vecinos.

Un día, mientras sus amigos jugaban en el parque, Tomás comenzó a sacar fotos de sus rostros y los dibujó en grandes carteles que luego colgó por todo el lugar.

"¡Miren! ¡Soy un gran artista!" - gritaba Tomás mientras sus amigos se reían, pero no de manera amistosa.

"Tomás, ¡basta! No nos gusta que publiques nuestras caras así" - le dijo Sofía, su mejor amiga.

"Pero estas imágenes son divertidas, ¡mirá que bien me quedaron!" - respondió Tomás, sin entender el malestar de sus amigos.

Con el tiempo, la situación comenzó a escalar. No solo su grupo de amigos se sentía molesto, sino que también los vecinos lo evitaban. Cada vez que Tomás se acercaba con su cámara o con un cartel, todos se alejaban en direcciones opuestas. Tomás se sentía más solo, pero no entendía por qué.

Un día, mientras Tomás paseaba por un parque vacío, se sentó en un banco y comenzó a dibujar. De repente, un anciano que pasaba vio sus dibujos y se acercó.

"¿Por qué dibujas solo, pequeño artista?" - le preguntó el anciano con una sonrisa.

"Porque a la gente no le gustamos mis imágenes" - contestó Tomás, con lagrimas en los ojos.

"Tal vez lo que haces no es lo que ellos necesitan. Las imágenes pueden ser hermosas, pero también deben reflejar lo que la gente siente. ¿Por qué no les preguntas qué les gustaría ver?" - recomendó el anciano, antes de continuar su camino.

Tomás se quedó pensando en lo que el anciano le había dicho. Al día siguiente, decidió acercarse a sus amigos y vecinos para hablar sobre sus dibujos.

"Chicos, ¿qué tipos de imágenes o dibujos les gustaría ver?" - les preguntó, un poco nervioso.

Sus amigos lo miraron sorprendidos.

"No sé, tal vez algo que nos represente a todos. Algo que refleje lo que somos juntos" - dijo Juan, uno de sus amigos.

Tomás asintió y comenzó a trabajar. En los días siguientes, organizó una reunión en el parque donde todos podían traer ideas y colaborar con él. Juntos comenzaron a crear una bonita mural donde los dibujos de cada uno eran parte de una gran imagen llena de color y vida.

Así fue como Tomás dejó de ser el niño que molestaba con sus imágenes y se convirtió en el artista del pueblo, cuya obra reflejaba la alegría y la amistad. El mural fue inaugurado con una fiesta, donde todos se divirtieron y se sintieron orgullosos de ser parte de algo grande.

Desde entonces, siempre que Tomás se encontraba con alguien nuevo, no sacaba su cámara de inmediato; en cambio, preguntaba con curiosidad:

"¿Qué es lo que te gustaría que dibujara para vos?"

Y así, aprendió que las imágenes tienen el poder de unir a las personas cuando son compartidas con amor y respeto. El pueblo nunca volvió a ver a Tomás de la misma manera, y él nunca olvidó que lo mejor de su arte era hacerlo con otros.

FIN.

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