El niño que vendió su casa para vivir en un departamento



Había una vez un niño llamado Lucas que vivía en una casa grande con su familia. A Lucas le encantaba correr por el jardín, jugar a la pelota con sus amigos y hacer picnics en el patio. Pero un día, algo cambió. Su papá le explicó que necesitaban mudarse a un lugar más pequeño porque la familia iba a tener una nueva integrante, un gatito, y además, había algunos problemas financieros que debían resolver.

Lucas, aunque un poco triste, decidió que si tenían que mudarse, podría hacerlo también en una forma diferente. "¿Y si vendemos la casa, y compramos un departamento?"- sugirió Lucas, con entusiasmo. Su papá lo miró sorprendido. "¿Un departamento? Pero ¿dónde jugarás?"- preguntó.

"Podremos jugar en el parque que queda cerca, y además, en el departamento podré tener mi propia habitación y hasta podré decorar mi espacio. Lo que importa es estar juntos como familia y tener menos preocupaciones"- respondió Lucas con firmeza.

La idea de Lucas fue muy bien recibida por su madre. "Estás pensando como un adulto, Lucas. Un departamento puede ser una gran oportunidad para vivir de una forma diferente"- dijo ella con una sonrisa.

Y así, la familia tomó la decisión de vender la casa. Se despidieron de su jardín, de los amigos que habían estado siempre ahí, y se mudaron a un departamento luminosa en el centro de la ciudad. Al principio, Lucas se sintió un poco perdido. No había jardín ni patio, solo un pequeño balcón.

Un día, mientras observaba desde el balcón, vio a muchos niños jugando en el parque de enfrente. "Mamá, papá, ¿puedo ir a jugar?"- preguntó emocionado. Y así, salió corriendo sin pensar en las dudas. Se encontró con otros chicos de su edad.

"Hola, yo soy Lucas, ¿quieren jugar a la pelota?"- les dijo con una gran sonrisa.

Los niños lo miraron con curiosidad. "¿No tenés casa?"- preguntaron.

"Sí, tengo un departamento. Me gusta más porque puedo ir al parque y hacer nuevos amigos. Además, tengo un lugar para mí, mi habitación, y un pequeño balcón donde puedo leer"- explicó Lucas con entusiasmo.

Los otros niños se quedaron impresionados y aceptaron jugar con él. Pronto, Lucas se dio cuenta de que tenía un montón de nuevos amigos y que sus días estaban llenos de risas y aventuras. Cada tarde, luego de la escuela, corría al parque, donde disfrutaba de juegos, risas, y de su nueva vida.

Con el tiempo, Lucas hizo una fiesta de cumpleaños en el departamento. "Vengan a mi casa para festejar"- invitó a sus amigos. Ellos llegaron y se maravillaron de lo que Lucas había construido en su nuevo hogar.

"¡No puedo creer que un departamento pueda ser tan divertido!"- dijo uno de los chicos mientras reía.

Lucas, sintiéndose contento y orgulloso, entendió que su casa no era solo un lugar físico, sino un espacio lleno de amor y alegría, que llevaban ellos donde sea que estuviera. Además, aprendió que las experiencias pueden ser tan ricas como las cosas materiales. En cada rincón de su nuevo departamento halló formas de hacer cosas divertidas y creativas.

Un día, Lucas se sorprendió al encontrar una pequeña caja en el ático del departamento. La abrió y encontró un montón de hojas en blanco y colores. Entonces, se le ocurrió una brillante idea. "Voy a organizar un taller de arte para mis amigos todas las semanas. El arte nos unirá en este nuevo lugar!"- exclamó emocionado.

Así, cada sábado los amigos de Lucas iban a su departamento. Pintaban, dibujaban y contaban historias. Con el tiempo, su departamento se llenó de dibujos y risas, y eso llenó a Lucas de gran felicidad.

Un día, al terminar el taller, uno de sus amigos se acercó y le dijo: "Nunca pensé que vender tu casa podría llevarte a tener tanto éxito. ¡Gracias, Lucas!"

Y así, Lucas aprendió que a veces los cambios pueden dar lugar a cosas increíbles, incluso cuando al principio se siente miedo o tristeza. La vida en el departamento era diferente, sí, pero también era una gran aventura llena de nuevas amistades, risas y creatividad. A veces, hay que dar un paso hacia lo desconocido para encontrar un mundo nuevo y mágico.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Al final, lo más importante no es dónde estés, sino con quién compartes tu vida y la alegría que brindas a los demás.

FIN.

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