El niño que viaja en una nube a través de sus sueños



Había una vez un niño llamado Mateo, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos. Cada noche, cuando se iba a dormir, se acomodaba en su cama y miraba por la ventana cómo las estrellas iluminaban el cielo. Pero, lo que Mateo no sabía era que su imaginación lo llevaba a lugares mágicos, donde podía viajar en una nube a través de sus sueños.

Una noche, después de haber leído un libro sobre aventuras en el océano, Mateo cerró los ojos y se dejó llevar. De repente, sintió una suave brisa y, al abrir los ojos, se encontró sentado sobre una nube esponjosa, flotando sobre un océano lleno de colores vibrantes. La nube lo llevó a una isla llena de criaturas fabulosas.

"¡Hola!" - dijo un loro multicolor que volaba alrededor de él. "Soy Lolo, el loro. Bienvenido a la Isla de los Sueños."

"¿Cómo llegué aquí?" - preguntó Mateo, maravillado por todos los colores y sonidos que lo rodeaban.

"Tus sueños te trajeron, amigo. Aquí, todo es posible. ¿Qué aventura te gustaría vivir?" - respondió Lolo con entusiasmo.

Mateo pensó por un momento y dijo:

"¡Quiero buscar un tesoro! Siempre he soñado con eso."

"¡Entonces vamos!" - exclamó Lolo. "Pero ten cuidado, los tesoros a veces están custodiados por desafíos."

Los dos amigos comenzaron su búsqueda, recorriendo la isla en busca de pistas. Encontraron un mapa antiguo con un camino que los llevaría a un misterioso bosque. Mientras caminaban, Mateo, lleno de curiosidad, preguntó:

"¿Qué es un desafío?"

"Es una prueba que debemos superar para conseguir lo que queremos. A veces, pueden ser un poco difíciles, pero siempre hay una lección detrás de ellos."

Mateo se sintió algo nervioso, pero la emoción de la aventura lo impulsó a seguir adelante. Al llegar al bosque, de repente, el cielo se nubló y un viento fuerte sopló entre los árboles. Apareció un guardián del bosque, un gran oso llamado Bruno.

"¿Quiénes osadéis entrar a mi hogar?" - rugió Bruno, con voz profunda.

"Vinimos en busca de un tesoro. No queremos hacerte daño, solo queremos aprender y vivir una aventura."

Bruno lo miró fijamente y luego sonrió:

"Muy bien, pero para continuar, debéis responder a una pregunta. ¿Cuál es el mayor tesoro que uno puede tener?"

Mateo pensó en todas las cosas que había deseado, pero luego recordó lo que su abuela siempre le decía sobre la amistad y la alegría.

"¡La amistad!" - exclamó.

Bruno asintió, impresionado:

"Correcto. La amistad es el verdadero tesoro. Pero ahora, ¿tenéis amigos con quien compartir esta aventura?"

Mateo se sintió orgulloso de nombrar a Lolo, pero también recordó a otros amigos que había dejado en casa.

"Solo tengo a Lolo, pero pienso en mis amigos. Son importantes para mí."

"Entonces, el desafío es que debéis encontrar a vuestros amigos y formar una nueva banda de aventureros. Solo así lograréis llegar al tesoro."

Mateo, comprendiendo la lección, aceptó el reto y lo compartió con Lolo.

"Vamos a buscar a quienes son importantes para nosotros. ¡Hagamos una gran aventura juntos!"

Juntos, buscaron por toda la isla y en cada rincón se encontraron con amigos que habían perdido de vista. Algunos estaban jugando, otros explorando, y todos estaban emocionados de unirse a la búsqueda del tesoro.

"¡Vamos, amigos!" - gritó Mateo. "Unámonos en esta aventura, cada uno tiene algo especial que aportar."

Cuando todos se reunieron, el grupo se volvió más fuerte y juntos atravesaron el bosque, encontrando obstáculos. Con cada nuevo desafío, Mateo comprendía más sobre la importancia del trabajo en equipo. Aprendieron a comunicarse, a escucharse y a apoyarse entre todos.

Finalmente, después de muchas risas y aprendizajes, llegaron a un claro en el bosque donde se encontraba el tesoro: una gran caja llena de libros, pinturas y juegos.

"¡Esto no es un tesoro común!" - exclamó Lolo. "¡El conocimiento y la creatividad son los mejores tesoros!"

"Esto es increíble!" - dijo uno de los amigos. "Podemos aprender juntos, jugar y soñar."

"Exactamente!" - afirmó Mateo. "Hoy aprendimos que la amistad y la colaboración son el verdadero valor de las aventuras."

Los amigos, felices, disfrutaron del tesoro, compartiendo ideas y creando nuevas historias. Cuando Mateo se despertó al día siguiente, aún recordó cada instante de aquella mágica aventura.

Desde aquel día, Mateo se sintió más seguro y feliz, sabiendo que los mayores tesoros de la vida están siempre cerca, en el corazón de quienes nos rodean. Así, cada noche, esperaba con ansias volver a viajar en su nube, compartiendo sueños y aventuras con aquellos que más quería.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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