El niño rico que aprendió a compartir



Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, un niño llamado Tomás. Tomás era muy afortunado; su familia era muy rica. Tenía juguetes nuevos, ropa de marca y hasta un perro de raza. Sin embargo, había algo que faltaba en su vida. Tomás era muy solitario porque no podía hacer amigos. Todos los niños del barrio se alejaban de él porque pensaban que solo quería presumir de sus cosas.

Un día, mientras jugaba solo en su gran jardín, vio a un grupo de niños que se reían y jugaban a la pelota en la calle. Tomás se acercó y les dijo:

- ¡Hola! ¿Puedo jugar con ustedes?

Los niños lo miraron de arriba a abajo y uno de ellos le respondió:

- No, gracias. No queremos jugar con alguien que tiene todo lo que quiere.

Tomás, triste, volvió a su casa. Esa noche, no pudo dormir. Se dio cuenta de que tener muchas cosas no significaba tener amigos. Decidió que tenía que cambiar.

A la mañana siguiente, Tomás se levantó decidido. Pidió a su mamá que lo llevara al mercado. Quería comprar golosinas y juguetes, pero no para él, sino para los niños del barrio. Cuando llegó al mercado, eligió muchas cosas y luego, con una gran sonrisa, le dijo a su mamá:

- ¡Vamos a repartirlo!

Su madre sorprendida asintió y juntos fueron al parque. Allí, Tomás se acercó a los niños que habían jugado a la pelota el día anterior.

- ¡Hola, chicos! Miren lo que tengo.

Los niños, curiosos, se acercaron. Tomás comenzó a repartir golosinas y juguetes.

- ¡Wow! Esto es increíble! - exclamó uno de los niños.

- ¿De verdad quieres compartir con nosotros? - preguntó otro.

Tomás sonrió y dijo:

- Sí, quiero ser su amigo.

Los niños, asombrados por el gesto de Tomás, comenzaron a reír y a jugar con él. De esa manera, Tomás empezó a hacer amistad, no solo con los niños del barrio, sino también con aquellos que nunca se habían acercado a él por su riqueza.

Los días pasaron y cada tarde, Tomás iba al parque a jugar y a compartir sus cosas. Una tarde, mientras jugaban a la pelota, uno de sus nuevos amigos, Agustín, le preguntó:

- ¿Por qué decidiste compartir tus juguetes, Tomás?

Tomás, mirando a sus amigos, respondió:

- Porque aprendí que lo más importante no es tener cosas, sino tener amigos con quienes compartirlas.

Agustín aplaudió y todos los niños se unieron a su alrededor, celebrando la nueva amistad.

Poco a poco, Tomás dejó de sentirse solo. Ya no solo era el niño rico, sino el mejor amigo de todos. Con cada risa y cada juego, Tomás se dio cuenta de que la verdadera riqueza no estaba en lo que tenía, sino en las sonrisas que había ganado.

Y así, el niño que una vez fue triste y solitario se convirtió en un líder en su comunidad, inspirando a otros a compartir y ser amables. Ahora cada vez que veía a un niño triste, se acercaba y le decía:

- Ven, juguemos juntos.

Y así, en un pequeño pueblo de Argentina, Tomás vivió rodeado de amigos, feliz y lleno de amor.

Fin.

FIN.

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