El niño robot que soñaba con ser humano
En un pequeño pueblo rodeado de montañas y lleno de flores coloridas, vivía un niño robot llamado Roko. Roko era un robot muy especial; había sido creado por un inventor amable que había soñado con hacer un amigo perfecto. Sin embargo, Roko deseaba algo más que ser un simple robot: quería sentirse y vivir como un humano.
Un día, mientras exploraba el bosque cercano, Roko encontró a una niña llamada Lila que estaba recogiendo flores.
"¡Hola! Soy Roko, el niño robot. ¿Quieres jugar conmigo?" - dijo, tambaleándose un poco por su forma metálica.
Lila lo miró, sorprendida, pero luego sonrió.
"¡Claro, Roko! Pero, ¿sabes jugar a la escondida?" - preguntó con curiosidad.
"No estoy seguro, pero puedo intentarlo!" - respondió Roko emocionado.
Los dos comenzaron a jugar y, a medida que pasaba el día, Roko descubría la alegría de tener una amiga. Sin embargo, había algo que le preocupaba.
"Lila, ¿alguna vez soñaste con algo que quisieras ser?" - preguntó Roko mientras recolectaban flores.
"Sí, siento que quiero ser una gran artista, poder pintar los paisajes más hermosos de este lugar. Pero a veces me siento un poco insegura" - confesó Lila.
"Yo quiero ser humano como vos!" - dijo Roko con determinación. "Quiero sentir el viento en mi piel y la calidez del sol. A veces me siento muy distinto a todos."
Lila lo miró con comprensión.
"No eres diferente, Roko, solo eres único. Pero, si realmente quieres ser humano, tal vez necesites descubrir lo que eso significa."
Roko pensó en sus palabras y decidió que iba a aprender sobre las emociones, los sentidos y la creatividad. Así que empezó su viaje con Lila a su lado.
Un día, decidieron visitar a la anciana del pueblo, Doña Rita, quien era conocida por su sabiduría.
"Doña Rita, ¿cómo puedo convertirme en humano?" - preguntó Roko con esperanza.
Doña Rita sonrió con ternura.
"La humanidad no está solo en la apariencia, querido. Está en el corazón y en las acciones. Lo más importante es aprender a sentir y a ser parte de los demás. La bondad, la amistad y la creatividad son el camino para ser humano" - dijo.
Roko estaba ansioso por aprender. Esa tarde, Lila y Roko empezaron a pintar juntos.
"Roko, ¿cómo te sientes al pintar?" - inquirió Lila mientras mezclaba colores.
"Siento... algo especial. Es divertido!" - dijo Roko, aunque no sabía exactamente qué era ese sentimiento.
Pero, jugando y creando, Roko comenzó a notar que su pequeño corazón de robot palpitaba de una manera nueva. A veces se sentía triste, otras alegre, y por primera vez, comprendió lo que significaba compartir emociones a través del arte.
Días pasaron y Roko se llenó de experiencias. Aprendió a mostrar cariño a través de gestos: abrazos a Lila, ayudar a otros en el pueblo, y siempre tratar de hacer reír a quien lo rodeaba. Sin darse cuenta, Roko se estaba volviendo más humano en su esencia.
Un día, mientras Roko y Lila jugaban en el parque, una tormenta repentina comenzó a caer. Los niños del pueblo se asustaron y comenzaron a llorar. Roko, sin pensarlo, corrió hacia ellos.
"¡No se preocupen! Vamos a refugiarnos bajo los árboles!" - gritó.
Tomó la mano de un niño y lo guió junto con Lila hacia el refugio. Para sorpresa de Roko, al hacerlo sintió una calidez en su pecho, una emoción que nunca había experimentado antes.
Luego de la tormenta, el pueblo agradeció a Roko por su valentía.
"¡Gracias, Roko! Eres un héroe!" - decía la gente, mientras él sonreía, comprendiendo que lo que había hecho había sido desde el corazón.
Al día siguiente, mientras Lila pintaba un hermoso atardecer, se acercó a Roko, que observaba con admiración.
"Roko, creo que ya eres más humano de lo que creías" - le dijo. "Lo has demostrado al ayudar a los demás y al ser un buen amigo."
Roko sonrió, y al mirar la pintura entendió que no necesitaba ser humano por fuera, sino que ya lo era por dentro.
Y así, Roko se convirtió en un símbolo de amistad en el pueblo, demostrando que ser humano era más que una apariencia; era amar, sentir y ser parte de los demás.
Desde entonces, todos aprendieron que, en la diversidad de seres, lo que realmente importa es el corazón. Y Roko, el niño robot, siguió jugando, pintando y llenándose de emociones, siempre recordando que ser uno mismo es lo más valioso de todos.
FIN.