El niño semilla y el sabio búho



En lo más alto del roble más frondoso de todo el bosque vivía Ilikay, un niño semilla muy inquieto y alegre.

Desde que salió de su caparazón en la rama más alta, no pudo contener su emoción por explorar cada rincón de aquel hermoso árbol. Un día soleado, mientras saltaba de hoja en hoja jugando a las escondidas con sus amigos insectos, Ilikay decidió desafiar sus límites y saltar hacia una hoja mucho más lejana.

Con un impulso fuerte y decidido, se lanzó al vacío sintiendo el viento acariciar su pequeño cuerpo.

Pero al caer sobre la hoja, notó algo extraño: ¡un ratón asomaba su hocico hambriento! - ¡Ayuda! ¡Alguien ayúdame! -gritó Ilikay asustado mientras el ratón se acercaba lentamente. Sin pensarlo dos veces, el valiente niño semilla comenzó a correr tan rápido como podía por las ramas del roble. El ratón lo perseguía sin descanso, haciendo temblar las hojas con cada paso que daba.

Ilikay sabía que debía encontrar refugio rápidamente si quería escapar ileso de aquella situación peligrosa.

Finalmente, llegó hasta la raíz del roble, donde se detuvo jadeando y mirando hacia atrás para asegurarse de que el ratón no lo había alcanzado aún. Fue entonces cuando escuchó un leve chirrido proveniente de arriba: era Kikiel, el búho sabio y protector del bosque. - ¿Qué ocurre aquí? ¿Por qué corres tanto, pequeño Ilikay? -preguntó Kikiel con voz grave pero amable.

- ¡Oh Kikiel! Un ratón me persigue y quiere hacerme daño. Necesito tu ayuda para librarme de él -respondió Ilikay con los ojos llenos de lágrimas.

El búho observó la escena unos segundos antes de extender sus poderosas alas y volar en silencio hasta donde se encontraba el ratón acechante. Con un movimiento preciso y veloz, Kikiel atrapó al intruso entre sus garras afiladas antes de regresar junto a Ilikay triunfante. - No temas más, pequeño amigo.

El peligro ha pasado gracias a mi intervención. Recuerda siempre que en este bosque estamos aquí para cuidarnos unos a otros -explicó Kikiel mientras depositaba al ratón lejos del roble. Ilikay estaba impresionado por la valentía y destreza del búho sabio.

Agradecido por haber sido salvado a tiempo, abrazó con cariño una raíz cercana mientras miraba cómo el sol poniente iluminaba las copas verdes del robledal.

Desde ese día en adelante, Ilikay aprendió una importante lección: nunca subestimar los peligros que pueden acechar en lugares desconocidos; pero también comprendió la importancia de contar con amigos como Kikiel dispuestos a ayudarlo en momentos difíciles.

Así continuaron viviendo juntos aventuras emocionantes e inolvidables dentro del viejo roble cantor del bosque mágico donde reinaban la amistad y la solidaridad entre todos sus habitantes naturales.

FIN.

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