El niño travieso y la hechicera



Había una vez un niño llamado Lucas, un chico normal pero un poco más travieso que los demás. Lucas vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y árboles. Desde muy pequeño, Lucas había descubierto que hacer bromas a sus amigos y familiares le llenaba de emoción. Sin embargo, lo que él creía que eran risas divertidas a menudo se convertían en situaciones incómodas para sus amigos.

Un día, después de una serie de bromas que no fueron bien recibidas, sus amigos y hermanos decidieron hablar con él.

"Lucas, ya no podemos seguir así. Tus bromas son muy pesadas", dijo su amigo Mateo.

"Sí, siempre termino en problemas gracias a vos", se quejó su hermana Sofía.

"Mirá, amigo, lo hacemos por tu bien. Queremos que disfrutes con nosotros, no que nos hagas enojar", añadió Tomás.

Lucas, al escuchar esto, se sintió triste. Realmente no quería perder a sus amigos. Esa noche, mientras reflexionaba en su habitación, apareció una misteriosa luz y una hechicera apareció ante él.

"¡Hola, Lucas! He estado observándote. Tu travesura ha cruzado la línea", dijo la hechicera con voz suave.

"¿Quién sos?", preguntó Lucas, sorprendido.

"Soy la hechicera Lira, y he venido para darle un giro a tu vida. Te daré una noche para que comprendas la importancia de tus acciones", explicó.

Lucas no sabía qué esperar, pero asintió con la cabeza. Así fue como esa noche mágica, Lucas se encontró en un mundo donde sus bromas cobraban vida. De repente, un montón de globos se dispararon de su mano y llenaron el cielo de colores.

"¡Mirá, un espectáculo!", exclamó sorprendido.

Sin embargo, los globos comenzaron a molestar a los habitantes del lugar, que no podían ver ni escuchar. Una abuelita se quejó mientras unos niños se asustaron cuando uno de los globos explotó

"¡Ay no! ¡lo siento!", gritó Lucas, dándose cuenta de que sus bromas estaban causando problemas.

A continuación, un pequeño cofre apareció ante él.

"¡Abran, abran!", dijo Lucas, pensando que podría encontrar un tesoro. Pero al abrirlo, un gato negro salió disparado, causando caos mientras todos en la casa corrían en direcciones opuestas.

"¡Esto no puede ser!", pensó Lucas, dándose cuenta de que estaba haciendo más daño que diversión.

Finalmente, exhausto, se decidió a buscar a la hechicera Lira. "¡Lira! ¡Ayúdame!", gritó.

Lira apareció nuevamente con una sonrisa comprensiva.

"¿Qué aprendiste, Lucas?", le preguntó.

"Que mis bromas pueden hacer reír, pero también lastimar a la gente. No puedo seguir así", respondió sinceramente Lucas.

"Exactamente. Lo importante es que entiendas cómo se sienten los demás. Es bueno divertirse, pero siempre hay que pensar en el bienestar de tus amigos", sentenció Lira.

De repente, Lucas despertó en su cama, pensando que solo había sido un sueño. Pero cuando salió a la calle, se dio cuenta de que sus amigos lo estaban esperando.

"¡Lucas! ¡Nos alegra verte!", gritaron todos.

"Chicos, he estado pensando... Quiero hacer que nos divirtamos, pero de una manera diferente. ¡Permítanme hacerles una sorpresa sincera este fin de semana!", dijo, sonriendo.

Así fue como Lucas organizó una gran fiesta para sus amigos, llena de juegos donde todos podían participar sin que nadie se sintiera mal. Aprendió que la verdadera diversión viene de hacer sonreír a los demás y que la amistad es más valiosa que cualquier broma.

Desde entonces, aunque a veces seguía siendo travieso, se aseguraba de que sus bromas fueran amenas y divertidas para todos.

"¡Gracias por perdonarme, amigos!", dijo Lucas, mientras todos reían juntos.

Y así, el niño travieso se convirtió en un buen amigo, siempre listo para alegrar el día de los demás sin necesidad de hacer bromas pesadas. Y aunque la hechicera Lira desapareció, su lección quedó grabada en el corazón de Lucas para siempre.

FIN.

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