El niño y el bosque mágico



Había una vez un niño llamado Tomás que vivía en un pequeño pueblo rodeado de colinas y ríos. Cada mañana, al despertar, se asomaba por la ventana de su habitación para ver la esfera de cristal que colgaba de un árbol en su jardín, un regalo de su abuela. La esfera era especial; cuando el sol la iluminaba, colores vívidos danzaban a su alrededor, reflejando lo que Tomás sentía.

Un día, mientras observaba la esfera, se dio cuenta de que los colores estaban más tristes de lo habitual.

"¿Qué te pasa, esfera?" - preguntó Tomás, preocupado.

De repente, una suave brisa agitó las ramas del árbol y de la esfera surgió una pequeña hada con alas brillantes.

"¡Hola, Tomás! Soy Lila, el hada de la esfera." - dijo la hada con una voz melodiosa. "Los colores reflejan tus emociones. Hoy están apagados porque sientes tristeza. ¿Qué te molesta?"

Tomás suspiró y confesó:

"Es que me siento solo. Mis amigos están de vacaciones y no tengo con quién jugar."

Lila sonrió comprensiva.

"No te preocupes. Te llevaré a un lugar mágico donde podrás encontrar nuevos amigos. ¿Estás listo para una aventura?"

Tomás, emocionado, asintió con la cabeza. Con un suave movimiento de su varita, Lila hizo que la esfera brillara más intensamente. En un parpadeo, Tomás se encontró en un bosque encantado lleno de árboles enormes, flores de colores vibrantes y melodías dulces que parecían susurrar.

"Bienvenido al bosque mágico, Tomás. Aquí, cada criatura es especial y está dispuesta a ser tu amiga." - dijo Lila mientras volaba a su lado.

Mientras caminaban, Tomás conoció a un conejo muy juguetón llamado Bruno.

"¡Hola! Soy Bruno. ¿Quieres jugar con mis amigos?" - preguntó el conejo saltando de alegría.

"¡Sí! ¿Qué juegos hacen aquí?" - respondió Tomás, lleno de entusiasmo.

Bruno lo llevó a un claro donde un grupo de animales estaba organizando una carrera. Un ciervo, una ardilla y un pato estaban listos para competir.

"¡Las reglas son sencillas! Solo debes correr y disfrutar. ¿Te animás?" - dijo el ciervo con voz entusiasta.

Tomás se unió a la carrera, riendo y disfrutando. A medida que corría, comenzó a sentir que su tristeza se desvanecía; en su lugar, la alegría de los colores vibrantes llenaba la esfera de cristal. Al final de la carrera, todos se dieron un gran abrazo, celebrando su participación.

Luego, se adentraron más en el bosque. Pasaron por un río encantado donde conocieron a una tortuga sabia llamada Maru.

"¡Hola, niños! ¿Por qué están tan felices?" - preguntó Maru, observando a Tomás con curiosidad.

"Estoy aprendiendo a encontrar nuevos amigos en el bosque mágico, Maru. ¡Es genial!" - exclamó Tomás con una gran sonrisa.

"Recuerden, la felicidad se comparte. Cuanto más amigos hagamos, más alegría habrá a nuestro alrededor" - dijo Maru, guiñando un ojo.

Tomás se sintió muy inspirado por las palabras de Maru y siguió explorando el bosque alegremente. Al final del día, cuando el sol comenzaba a ponerse, ya tenía un montón de nuevas amistades: Bruno, Maru y muchos otros animales que había conocido.

"¿Puedo volver a visitarlos?" - preguntó Tomás a Lila con gran deseo.

"Claro, Tomás. Siempre que lleves en tu corazón la alegría, la esfera te traerá de vuelta aquí cuando lo desees. Nunca estarás solo si tienes amigos." - respondió Lila con una sonrisa.

Finalmente, Lila llevó a Tomás de regreso a su hogar. La esfera de cristal brillaba más que nunca, iluminando su habitación con un espectáculo de colores radiantes.

A partir de aquel día, Tomás nunca volvió a sentirse solo. Recordó las enseñanzas de Maru y la alegría que compartió con sus nuevos amigos. Cada vez que la esfera cambiaba de color, sabía que podía volver al bosque mágico, donde siempre encontraría cosas maravillosas por descubrir y corazones dispuestos a compartir.

Y así, el niño y el bosque mágico vivieron muchas más aventuras juntos, llenando el mundo de amistad y alegría.

FIN.

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