El niño y el dinosaurio mágico



Había una vez un niño llamado Martín, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Martín era muy creativo y le encantaba pasar su tiempo libre haciendo figuras de plastilina.

Pero lamentablemente, Martín se sentía muy solo porque no tenía amigos con quienes compartir sus creaciones. Una tarde, mientras moldeaba una figura de plastilina en forma de dinosaurio, algo mágico sucedió: ¡la figura cobró vida! El dinosaurio comenzó a moverse y a hablar.

"¡Hola Martín! Soy el Dino-mágico y estoy aquí para ser tu amigo", dijo con entusiasmo. Martín no podía creer lo que veían sus ojos, finalmente tenía a alguien con quien jugar y compartir sus aventuras.

Durante días, Martín y el Dino-mágico pasaban horas divirtiéndose juntos en el patio trasero de la casa. Juntos construían castillos de arena, trepaban árboles e inventaban historias emocionantes.

Sin embargo, cuando llegaba la noche y Martín se quedaba dormido, las figuras de plastilina que había creado cobraban vida nuevamente... pero esta vez eran malvadas. Los personajes querían hacerle daño al pobre niño por sentirse excluidos. Una noche, mientras dormía plácidamente en su cama, los personajes malvados se acercaron sigilosamente hacia él con intenciones malignas.

Justo antes de que pudieran hacerle daño, el Dino-mágico los detuvo valientemente diciendo: "¡Alto ahí! No pueden lastimar a mi amigo". Los personajes malvados se sorprendieron y retrocedieron. "¿Quién eres tú para detenernos?", preguntaron enojados.

"Soy el Dino-mágico, el amigo de Martín. Estoy aquí para protegerlo", respondió con valentía. Los personajes malvados intentaron persuadir al Dino-mágico diciendo que ellos también merecían ser amigos de Martín, pero el Dino-mágico no se dejó engañar por sus palabras falsas.

Sabía que solo querían lastimar a su amigo. Martín, quien había despertado debido al ruido, se levantó rápidamente y corrió hacia la casita del árbol que tenía en su jardín.

Sabía que estaría seguro allí mientras buscaba una solución para este problema inesperado. Dentro de la casita del árbol, Martín encontró un viejo libro sobre magia y hechizos. Después de leer algunas páginas, descubrió un conjuro que podría ayudarlo a deshacerse de las figuras malvadas sin lastimarlas.

Con decisión en su corazón, Martín salió de la casita del árbol y enfrentó a las figuras malvadas junto con el Dino-mágico.

Recitó el conjuro mágico mientras agitaba una varita imaginaria: "¡Figuras malignas, regresen a la plastilina! ¡Vuelvan a ser simples creaciones!"En ese instante, las figuras malvadas comenzaron a temblar y poco a poco volvieron a convertirse en simples montones de plastilina inofensiva.

Martín aprendió una importante lección: aunque se sentía solo, no debía aceptar la amistad de personas que querían hacerle daño. También aprendió a valorar y cuidar las amistades verdaderas como la del Dino-mágico.

A partir de ese día, Martín decidió compartir su creatividad con otros niños y pronto encontró muchos amigos que también disfrutaban de sus creaciones de plastilina. Juntos, construyeron un mundo lleno de diversión y alegría. Y así, Martín descubrió que a veces el verdadero tesoro se encuentra en los momentos compartidos con amigos leales, más que en cualquier otra cosa.

FIN.

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