El Niño y el Dragón Volador



Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas, un niño llamado Tomás. Desde que tenía memoria, siempre había soñado con volar. Sobretodo, le fascinaba ver a los pájaros surcando el cielo, libres y felices. Un día, mientras buscaba un lugar tranquilo para observar el vuelo de las aves, Tomás escuchó un suave susurro entre los árboles.

"¿Quién anda por aquí?" - preguntó Tomás, asomándose tras un arbusto.

Para su sorpresa, ¡era un dragón! Su piel brillaba como el oro y sus ojos eran del color del cielo.

"Hola, pequeño. Soy Dracolino, el dragón volador. He venido a ayudarte a descubrir la alegría de volar" - dijo el dragón con una voz suave que resonaba como un canto.

Tomás se llenó de alegría. "¡No puedo creerlo! Siempre quise saber cómo se siente volar. ¿Realmente podrías ayudarme?" - preguntó con sinceridad.

"Por supuesto, solo tengo que llevarte a lo alto de la montaña. Desde allí, podremos volar juntos" - le respondió Dracolino.

Apenas Tomás subió a la espalda del dragón, sintió una mezcla de nervios y emoción. Dracolino no tardó en elevarse y, en un instante, estaba en el aire. Al principio, Tomás cerró los ojos, pero cuando los abrió, se encontró rodeado de un paisaje increíble. Las montañas parecían juguetes desde el cielo, y las nubes eran suaves y esponjosas, como algodones de azúcar.

"¡Esto es maravilloso!" - gritó Tomás, lleno de felicidad.

"¿Ves? ¡Esto es volar!" - dijo Dracolino, haciéndolo girar suavemente en el aire.

Mientras volaban, Tomás sintió una brisa fresca en su rostro y, por un momento, se sintió como uno de esos pájaros. Se rio y grito de alegría, disfrutando de la libertad que le ofrecía el cielo.

"¿Cómo se sienten los pájaros?" - le preguntó Tomás emocionado.

"Los pájaros sienten la ligereza en sus alas y la alegría de sentirse libres, al igual que tú ahora. Además, se dejan llevar por el viento" - respondió Dracolino mientras realizaba piruetas en el aire.

Después de varias vueltas, Dracolino comenzó a descender.

"¿Qué pasa?" - preguntó Tomás, algo confundido.

"Quiero que sientas la textura de las nubes" - dijo el dragón mientras se acercaba a una nube esponjosa.

Al tocarla, Tomás sintió algo suave como el terciopelo que lo abrazaba, y no pudo evitar reírse.

"Es increíble, parece que estoy tocando un sueño" - exclamó.

De repente, el dragón escuchó un extraño ruido detrás de ellos. Con un giro rápido, se dieron cuenta de que un grupo de aves estaba atemorizado, tratando de escapar de un ave grande que parecía estar atacándolos.

"¡Tenemos que ayudar a esos pájaros!" - dijo Tomás con determinación.

"Tienes razón, pequeño. A veces, el valor también es volar para ayudar a los demás" - respondió Dracolino, llevándolo hacia los pájaros.

Tomás, junto a Dracolino, se lanzó en picada. "¡Cálmense, estamos aquí para ayudar!" - gritó. Usando la brillantez escamosa de su amigo dragón como un escudo, hicieron que el ave grande se asustara y se fuera volando hacia el horizonte.

Los pájaros, agradecidos, rodearon a Tomás y Dracolino, trinando en señal de gratitud.

"Gracias, pequeños amigos" - dijo Tomás sonriendo.

Cuando el sol comenzó a ocultarse, el dragón llevó al niño de regreso al suelo. Tomás, con el corazón lleno de alegría y nuevas experiencias, abrazó a Dracolino.

"¡Nunca olvidaré este día!" - dijo con sinceridad.

"Recuerda, Tomás, volar no es solo una acción física. Es sentir la libertad, ayudar, y cuidar de los demás en el proceso. Cada vez que mires hacia el cielo, piensa en tu amistad con los pájaros y en lo que aprendiste hoy" - le aconsejó el dragón.

Desde ese día, Tomás no solo soñaba con volar, sino que también comprendía la importancia de la bondad y la amistad. Cada vez que miraba al cielo, sonreía sabiendo que había vivido una aventura inolvidable con su amigo dragón y que volar era mucho más que flotar en el aire. Era un símbolo de amistad y valentía.

Y así, la historia de Tomás y su valiente dragón se volvió legendaria en el pequeño pueblo, inspirando a otros niños a soñar y a ayudar.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!