El niño y el mono


Había una vez un niño llamado Tomás que vivía en un pequeño pueblo en las afueras de la ciudad. Un día, mientras paseaba por el bosque, encontró a un mono travieso que se había escapado de un circo.

El mono estaba asustado y hambriento, así que Tomás decidió llevarlo a casa para cuidarlo. Al principio, los padres de Tomás se sorprendieron al ver al mono, pero luego aceptaron que se quede.

A medida que pasaban los días, Tomás y el mono se convirtieron en grandes amigos. "¿Cómo te llamarás, monito?", preguntó Tomás. "Me llamaré Chispa", respondió el mono. Juntos, Tomás y Chispa vivieron muchas aventuras.

Un día, mientras exploraban el bosque, encontraron un árbol muy alto con deliciosas frutas en la cima. Tomás quería probarlas, pero el árbol era demasiado alto para escalar. Entonces, Chispa, con su agilidad, subió al árbol y les lanzó las frutas a Tomás.

Con el tiempo, el mono ayudó a Tomás a superar sus miedos y a ser más valiente. Y Tomás enseñó a Chispa a ser más paciente y cuidadoso. Juntos aprendieron muchas cosas el uno del otro. Un día, el circo que buscaba a Chispa llegó al pueblo.

Tomás sabía que el mono pertenecía allí, pero no quería que se lo llevaran. "Chispa, debes regresar al circo, es tu hogar", dijo Tomás con tristeza. Pero Chispa no quería dejar a su amigo.

Entonces, los padres de Tomás intervinieron y convencieron al circo de que Chispa era feliz viviendo con ellos. Finalmente, el circo aceptó dejar a Chispa con su nueva familia. Aunque Tomás extrañaba a su amigo, sabía que era lo mejor para Chispa.

Desde entonces, Chispa visitaba a Tomás y juntos recordaban las aventuras que vivieron. Y Tomás aprendió que a veces, hacer lo correcto significa dejar ir a los seres queridos, pero siempre conservando los bellos recuerdos. Y así, la amistad entre el niño y el mono perduró para siempre.

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