El Niño y el Planeta Queso
Había una vez en una pequeña ciudad llamada Quesotown, un niño de 9 años llamado Martín. Martín era un apasionado por los quesos y soñaba con explorar el universo. Un día, mientras estaba en su habitación, encontró un libro antiguo titulado "Viaje a los Planetas de Queso". Con curiosidad, lo abrió y leyó sobre un planeta lejano llamado Quesolín, donde las montañas eran de queso y los ríos de leche.
Pero su lectura fue interrumpida por un ruido extraño proveniente de su jardín. Al asomarse, ¡se sorprendió al ver una nave espacial aterrizando! La nave era de un color amarillo brillante y tenía forma de queso. De ella salió un grupo de seres verdes y simpáticos: ¡zombis de queso! Eran verdes, con ojos grandes y blanquecinos, pero no tenían intención de asustar; al contrario, tenían una sonrisa de queso curado.
"¡Hola, humano!" – dijo uno de los zombis, agitando su mano. – "Soy Zombino, y venimos en son de paz. Necesitamos tu ayuda."
"¿Ayudar a unos zombis?" – preguntó Martín, un poco desconcertado. – "¿Pero por qué?"
Zombino explicó que Quesolín estaba en peligro. Una invasión de mantis extraterrestres había comenzado y estaban robando todo el queso del planeta. Sin suficiente queso, los zombis no podrían sobrevivir y su hermosa civilización se extinguiría.
"¿Y qué puedo hacer yo? Solo soy un niño" – dijo Martín, sintiéndose pequeño ante la situación.
"¡Eso es precisamente lo que necesitamos! Nadie puede ver el queso como lo haces tú. En tu mundo, has encontrado los mejores quesos, y en nuestro planeta, tienes que mostrarnos cómo crear un queso maravilloso que atraiga a las mantis y las haga volver a casa" – explicó Zombino.
Martín aceptó la misión y subió a la nave. Los zombis mostraron a Martín maravillosos paisajes de Quesolín: montañas de queso cheddar, ríos de mozzarella y flores de queso crema. Pero pronto se dieron cuenta de que las mantis no se detenían. Martín pensó en un plan: debían hacer una gran fiesta del queso, donde el aroma fuera tan irresistible que las mantis no pudieran resistirlo.
Así que al día siguiente, todos los zombis comenzaron a recoger diferentes tipos de queso. Martín organizó juegos, concursos y una lluvia de limones para hacer un gran postre de queso. Cuando todo estuvo listo, la gran fiesta comenzó.
"¡Fiesta del Queso! ¡Los mejores quesos del universo en un solo lugar!" – gritó Martín, mientras todos aplaudían.
Poco después, las mantis, atraídas por el aroma delicioso, empezaron a acercarse. Al verlo, Zombino y los otros zombis se quedaron nerviosos. Pero Martín tuvo una idea brillante.
"¡Zombino, hagámosles una invitación! Tendrán que probar nuestra fiesta y, si les gusta, quizás se queden como amigos en vez de enemigos" – sugirió Martín entusiasmado.
Con un gran cartel que decía “Bienvenidos mantis: ¡Prueben nuestros quesos! ”, las mantis se acercaron lentamente, intrigadas. Al probar el queso, sus caras se iluminaron. Se sintieron tan contentas que decidieron dejar de robar y convertirse en amigos de los zombis.
"Esto es increíble, nunca había probado algo tan delicioso" – exclamó la mantis más grande. – "Prometemos no transportar más queso, solo compartirlo con ustedes."
La fiesta fue un éxito y todos festejaron juntos, aprendiendo a trabajar en equipo y valorar la amistad.
Cuando llegó el momento de que Martín regresara a la Tierra, se despidió de sus nuevos amigos.
"Recuerden, si alguna vez necesitan ayuda, solo miren al cielo. ¡Yo estaré ahí!" – les dijo Martín con una sonrisa.
Con el corazón lleno de felicidad, Martín regresó a su hogar, sabiendo que había hecho una gran diferencia en un lugar muy lejano. Desde entonces, nunca dejó de soñar con nuevas aventuras, y siempre que comía queso, recordaba su viaje al planeta Quesolín y a sus extraños pero entrañables amigos.
Y así, Martín aprendió que la amistad puede surgir en los lugares más inesperados y que siempre es posible encontrar soluciones creativas a los problemas si trabajas en equipo.
FIN.