El niño y el sabio de las estrellas


Había una vez un nene llamado Tomás que siempre miraba al cielo y se preguntaba cómo sería visitar las estrellas. Él soñaba con viajar por el espacio, conocer planetas lejanos y descubrir nuevos mundos.

Pero todos los adultos a su alrededor le decían que eso era imposible, que no tenía sentido fantasear con algo así. Un día, mientras caminaba por el parque, Tomás encontró a un anciano muy sabio sentado en un banco.

El anciano notó la curiosidad del niño y le preguntó qué lo tenía tan interesado. Tomás le contó sobre su deseo de visitar las estrellas y el anciano sonrió.

"¿Sabes qué? Yo también solía mirar al cielo cuando era joven y soñaba con explorarlo todo. Y aunque nunca pude hacerlo físicamente, encontré una manera de sentirme cerca de las estrellas. "Tomás estaba emocionado por escuchar esto y preguntó cómo había logrado acercarse a las estrellas sin moverse de la Tierra.

"Con mi imaginación", respondió el anciano. "Cada noche antes de dormir, cerraba mis ojos e imaginaba que volaba entre las estrellas. Me concentraba tanto en esta imagen que podía sentir la brisa cósmica acariciando mi piel.

"Tomás se sorprendió ante lo simple pero poderoso que parecía este método. "¿Y puedo hacerlo yo también?", preguntó emocionado. El anciano asintió y le dijo:"Claro que sí, solo necesitas creer en ti mismo y dejar volar tu imaginación.

"Desde ese momento, Tomás comenzó a imaginar que viajaba por el espacio todas las noches antes de dormir. Cerraba sus ojos y se veía flotando entre los planetas, saludando a extraterrestres amistosos y explorando la Vía Láctea.

Un día, mientras estaba en su habitación imaginando una aventura espacial, sintió un cosquilleo en su estómago. Abrió los ojos y se dio cuenta de que había sido transportado al espacio real. Estaba flotando en medio de la nada, rodeado por las estrellas.

Al principio tuvo miedo pero luego recordó lo que el anciano le había dicho: "creer en ti mismo". Así que cerró los ojos nuevamente y comenzó a imaginar que tenía un traje espacial protector.

Cuando abrió los ojos nuevamente, tenía puesto un traje brillante y podía respirar sin problemas. Tomás estaba emocionado porque finalmente había logrado su sueño. Se movió entre los planetas durante horas hasta que decidió volver a casa.

Cuando llegó a su cama, todavía estaba maravillado con lo que acababa de experimentar. Sabía que nunca olvidaría esta experiencia increíble gracias a su imaginación y fe en sí mismo. A partir de ese día, Tomás siguió soñando con visitar las estrellas cada noche antes de dormir.

Y aunque nunca volvió a ser transportado al espacio real otra vez, siempre supo que podía sentirse cerca del universo gracias a su imaginación poderosa e inagotable.

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