El Niño y la Montaña Emocionante
Era una mañana soleada en los yungas de Trinidad Pampa. Un niño llamado Lautaro, que vivía en una pequeña aldea rodeada de montañas y selva, se despertó con muchas ganas de explorar. Desde hacía tiempo, soñaba con subir la montaña más alta que se veía desde su ventana.
Un día, Lautaro decidió que era el momento. Se preparó con una mochila que contenía una botella de agua, una merienda y su fiel cuaderno de dibujos. Salió de casa con una gran sonrisa.
"¡Hoy es el día!" - exclamó emocionado.
Mientras caminaba, se fue encontrando con sus amigos, que jugaban en un claro del bosque.
"¡Lautaro! ¿A dónde vas?" - le preguntó Sofía, su amiga.
"Voy a subir la montaña, ¡quiero ver el mundo desde arriba!" - contestó Lautaro.
Sus amigos miraron hacia la montaña, que parecía altísima y misteriosa.
"¿No te da miedo? Es muy empinada y hay muchos árboles grandes..." - dijo Lucas, preocupado.
"Tal vez, pero quiero intentarlo. Si no subo, nunca sabré lo que hay allá arriba" - respondió Lautaro, decidido.
Sofía y Lucas se miraron, tomaron una decisión en un instante.
"¡Vamos contigo!" - dijeron al unísono.
Los tres amigos comenzaron su aventura con alegría. Al poco tiempo de caminar, llegaron a la base de la montaña, donde unos enormes árboles cubrían el camino.
"¿Ahora cómo seguimos?" - preguntó Sofía.
"Sigamos el sendero que se ve entre los árboles, deben llevarnos hacia arriba" - sugirió Lautaro.
Comenzaron a avanzar por el sendero, pero pronto se encontraron con un gran obstáculo: un árbol caído interrumpía el camino.
"¡No podemos seguir!" - gritó Lucas desilusionado.
Lautaro pensó un momento.
"Tal vez podamos mover algunas ramas y pasar. ¡Vamos a intentarlo!" - propuso.
Con mucho esfuerzo, empujaron algunas ramas y lograron abrir un pequeño espacio. Una vez que pasaron, sintieron que habían superado un gran desafío.
"¡Lo hicimos!" - exclamó Sofía, celebrando.
Con cada pase que hacían, la montaña les ofrecía pequeñas sorpresas: flores de colores vibrantes, pájaros que cantaban melodías dulces y pequeños arroyos que corrían sobre rocas. Se dieron cuenta de que el viaje era tan emocionante como la meta misma.
Finalmente, después de varias horas de ascenso y muchos momentos de risas, llegaron a la cima. El paisaje que se extendía frente a ellos era impresionante. El sol iluminaba toda la selva, y el aire era fresco y limpio.
"¡Mirá eso!" - dijo Lautaro, señalando un río que brillaba como plata.
"¡Es hermoso! Nunca había visto algo tan increíble" - agregó Lucas.
Se sentaron en una roca grande para disfrutar de la vista y compartir la merienda que habían traído. Mientras comían, Lautaro sacó su cuaderno de dibujos y comenzó a esbozar el paisaje.
"Este es el mejor dibujo que he hecho en mi vida" - murmuró, mientras daba los últimos toques a su obra maestra.
Al volver a la aldea, llevaban más que un simple dibujo; traían historias de superación, trabajo en equipo y la conciencia de que podían enfrentar cualquier obstáculo si lo intentaban juntos.
"¡El próximo año tenemos que volver!" - propuso Sofía, radiante.
"Sí, pero para hacer un campamento en la cima" - añadió Lucas, entusiasmado.
Desde entonces, Lautaro y sus amigos entendieron que la aventura no era solo llegar a la cima, sino disfrutar el camino. Y así, cada uno de ellos creció con la sabiduría de que todos los grandes sueños comienzan con un primer paso y que, juntos, eran invencibles.
FIN.